sábado, 31 de diciembre de 2016

Drugstore perfume

El último atardecer del año ilumina el camino de la sangre debajo de mis pies, no quisiera lamentarlo, solamente quisiera recordarlo como un sueño salvaje, una llamarada de gloria con la que pinté mis párpados un par de noches y un perfume de incienso con el que te atraje a mi regazo. El enero pasado parecía una nube cargada de llanto, con todos los sentimientos confusos pero alineados hacia mi derrota... una nube profética, en realidad, porque permanecería intranquila y llena de miedo el mes completo, escondiéndome en los lugares del corazón que conocía porque en realidad no quería (y nunca he querido) alejarme... no sabía cómo salir ni cómo comenzar de nuevo, estaba ahí, hecha un ovillo pensando en lo que nunca se volvería realidad.
Fue entonces que, entre la multitud, me encontré con tus ojos, con el misterio hecho carne mirándome con deseo, supe desde el primer instante que me había encontrado cara a cara con mi castigo, o al menos con una largísima condena. En el fondo me alegraba sentir algo, después de tanto tiempo, algo parecido al vértigo, parecido a la adrenalina; ahora sé que fue como cuando un revés mortal está a punto de golpearte, tu corazón lo siente, la muerte nunca toma por sorpresa.
Traté de huir por todos los medios que conocía, traté de aferrarme a mi nostalgia y a mi ingenuidad adolescente pero derrotaste a mis demonios y los volviste tus siervos... y yo pensé que era cariño o amordazada alegría, no me di cuenta que estaba frente a un estratega, un delincuente. El príncipe de las tinieblas.
En la negrura, sin embargo, encontré el calor de los buenos tiempos, de las buenas noches, de la calma después de todas tus tormentas, porque tú no dejas de llover sobre mí y de señalarme con el dedo; el sol y el viento. No te tuve ni te tengo, pero tuve momentos, tuve chispazos, miradas y secretos. Sólo eso, que no sé si agradecer o seguirme arrepintiendo pero sé, estoy segura, que todo esto fue vivir al fin y no seguir cayendo.
Lo siento.

lunes, 19 de diciembre de 2016

9 times out of 10...

Comenzaré por admitir mi derrota, a ti y a todo el mundo se lo digo: no sé ni cómo me atreví a pensarlo y me da gusto saber que, al menos, ni siquiera lo intenté.
No es la primera vez que veo mundos hacerse trizas, universos colapsando unos dentro de otros, y la solución no es el tiempo, ni la energía, ni que mágicamente se arregle tu corazón porque, acá entre nos, no es lo único que hace falta... necesitaba nacer diferente, con el cuerpo fuerte, la mirada clara, y, lo más importante, con el alma fabricada a prueba de ti, y ese dictamen es inapelable.
No vale la pena cavilar en tus buenas intenciones ni en la impecable caballerosidad que tienes y que nos tiene a todos en esta sala de espera, en este limbo caótico repleto de figuras, rostros y entes contra los que no puedo competir... sobre todo los entes que parecen fantasmas y que nublan tu mirada como  si fuera un huracán que, mientras sopla con violencia desde el otro lado del continente, me tiene aquí siendo nada, siendo brisa marina mojando tres noches que para mí fueron infinitas.
Es cierto, nunca tuve tristeza más bella, pero no sé de qué me pueda servir si, de cualquier forma estoy aquí, vibrando de desesperacion, con la furia quemándome del estómago a la sien, pero sin poder dejar que todo esto te explote directo en la cara porque eres un niño protegido hasta los dientes con tus miedos y tus farsas, maldita sea, si tan sólo escucharas, si tan solo miraras.
Ya basta, no puedo dejar que esto avance, empaco lo que me diste y tiro a la basura este drama innecesario, este pequeño hueco que no podrías llenar ni con toda la buena amistad que tengas guardada. Solamente espero que sea como no te cansaste de decirme: que yo nunca tenga influencia sobre ti... que yo no tenga nada dentro que te ate, porque entonces la derrota será otra.

domingo, 11 de diciembre de 2016

1:00

Quería decirle que lo sentía, que resonaba dentro de mi cuerpo como si éste fuera la olla vacía y helada que a veces parece ser; quería que supiera todo aunque nunca hubiera logrado ocultar realmente nada, pues todos los otros lo habían adivinado mucho antes de que yo lo pudiera ver. Pero es que no podía ser que sus ojos, aquellos infinitos ojos, no pudieran ver mis defectos, ni mis fracasos, ni toda la soledad... sus ojos sólo me contemplaban como si hubiera estado esperando toda la vida por verme. O tal vez, era el reflejo de los míos que, hasta la fecha, siguen sin creer que lo pudieron ver.
Y él estaba ahí sonriendo, alucinando, ¿qué pensaría? Si al primer contacto fui fría y al otro fui una nación abrasada en llamas, si cuando estuve ahí ni el sol podía pensar en brillar tanto, si nunca ha habido nadie más iluminada. Qué vergüenza, casi lo olvido... esto no tiene porqué ser así. No conmigo, no ahí, no puede ser para mí.
Han pasado ya muchas noches desde que lo vi partir, como cuando se ve un cometa que puede o no volver a aparecer; éste es un cuerpo celeste cuyas dimensiones nadie puede calcular, a veces su cinismo rompe las barreras del tiempo y otras veces, su alegría detiene por completo el movimiento de todo a su alrededor... Nadie sabe hacia dónde va ni por qué a veces se sienta a mi lado a abrirme su corazón, a remendar el mío y a asegurarse de que todo lo que ha construido sigue estando en su lugar. Imposible es también predecir en qué momento volverá para arrancármelo todo y  hacerme arrepentirme del momento en el que volví la mirada hacia él por primera vez.
Nadie sabe cómo funciona, sólo sé que no soy la única que quiere saber.
Es verdad, es territorial como la mar, guardián de mi vida y la de los míos, receloso de mis creencias y creyente de mi verdad... sí, es un territorio inexplorado y estratosférico, no solamente lo que aparenta ser: codiciado y codicioso.
Y entre todo lo que sentía, lo que más quería era que no se diera cuenta, no ese día... un día más, por piedad, un día más... pero mi abrazo lo dijo por mí, y sus ojos aceptaron todo y nos dejamos ir, al fin. Tal vez no vuelva a verlo nunca, tal vez sea mejor para mí, que no tengo ganas de explorar ni tengo madera de excursionista para pararme de nuevo en arenas movedizas; tal vez sea lo mejor para él, que tiene ganas de vivir y está tallado en la madera de la realeza, alejarse de este fuego incontrolado e incapaz de decir que...

sábado, 5 de noviembre de 2016

Not that kind of girl

Se me ha ido el tiempo pretendiendo, pensando, organizando mis metas y rezándole a todas las brujas; me he quedado de pie cargando fríos ajenos, aceptando insultos y desplantes de aquellos a quienes amo, solamente en el nombre del fervor y de la resistencia, porque así soy yo. Pero hoy, quizá, no sólo eso...
Yo deseaba tanto redescubrir sentimientos y desenterrar los menesteres de la magia, arrancar la emoción de las manos de la mediocridad, y ahora estoy aquí como allá, hincada en el suelo, tragándome mucho más que mis palabras. Quisiera justificarme con todas las cosas que no hice en mi adolescencia o las que pensé que injustamente me pasaban de largo, pero no sería verdad; lo cierto es que si eso no respondió a mí es porque jamás quise que así fuera, porque yo no soy así, yo no soy cualquiera... al menos no lo era antes de ti.
Tampoco es culpa tuya, ni mía, en todo caso, simplemente sucedió por obedecer mis caprichos, por empeñarme en tener lo que no me correspondía y pagar todas las consecuencias que aquella insensatez tuviera.
El año de la libertad de convirtió en una oda a la violencia y la exageración; la libertad me convirtió en una odalisca, hechicera, ventrílocua, idiota, ciega y egoísta; la libertad me convirtió en la clase de chica que no era.
Claro, lo acepto, agradezco haber visto tu rostro (con miedo, tristeza, dulzura, éxtasis y habitual felicidad), agradezco conocer tu piel, el sonido de tu voz, tus rabietas de celos y tus labios cobardes. Agradezco la calidez embriagadora de Europa, el reinado majestuoso de la inmensidad y el silencio, nadie sabrá cuánto lo agradezco. Agradezco mis temores y mis actos reflejo, que no me han soltado del amor verdadero. Por los siglos de los siglos, amén.
Yo no soy así, pero hoy adoro mi destino, aunque acepto que nunca le he perdido la fe, aunque sea ingrato y me sacuda los huesos al inclinarme a la catástrofe. Me ha traído nuevos sueños y una nueva excusa qué inventar; hoy adoro los días oscuros y las inseguridades, los miedos y las enfermedades; adoro a las personas nuevas que me trajo y a las que no me deja olvidar. Hoy puedo pedirle: quiébrame la quijada, el rostro, las rodillas, el coraje, el ego, el corazón... yo puedo aguantarlo todo, de nuevo.

lunes, 26 de septiembre de 2016

The bow and the lyre

Quizá la culpa es mía, y he de borrar ese 'quizá'.
Las listas y la organización sostienen mi esqueleto, como otra espina, mi corazón le responde a las manías, a las vocales y las consonantes; a lo brillante y colorido, y debajo de las almohadas, escondo todas las respuestas:
Esta es una carta de amor a la realidad, la mía, la tórrida y estúpida cualquiera. Aquí está. 
Tengo fascinación por los corazones rotos, pero no por las vidas marcadas, me gustan solamente tocadas un poco; me gustan las historias pasadas, en las que haya, muchas veces, una mujer anterior a mí que aparentaba ser todo... es un reto personal, una misión.
Me gustan las almas blancas, adornadas y, sobre todo, adoradas; me gusta tentar a quienes tienen todo, me gusta perturbar su paz y hacerles notar que, a pesar de ello, les hace falta alguien como yo, les falta aquello que no volverán a tener nunca.
Solamente describo una metáfora empedrada con diamantes que es, solamente a veces, una verdad completa, y muchas otras, una estrepitosa realidad, pero nunca una falsa idea.
Claro que mis ojos no son de espejo, ni de vidrio y mucho menos de marfil, son ilustrativos, hasta cierto punto pero me han dejado saber también que soy débil como cualquier otra y endeble ante las estructuras bien construidas, las espaldas anchas y los brazos recelosos. Mucho más que las piernas largas y la piel de tal o cual tono, me seducen los ojos grandes y la mirada dulce, inclusive triste, enmaracada por pestañas largas y negras como el alma que protegen, porque sí, también (y mucho más) me enamora el descaro, la impresición, la picardía y (he de admitirlo) la inmadurez menguante y el desinterés que se esconde dentrás de la popularidad, la necesidad de atención y el vacío existencial que esto supone y que corrompe mortalmente todas las almas que amo para convertirlas en las que aborrecí.
Todos no son iguales, todos los que son para mí sí.
Es verdad que el problema soy yo, que pareciera que ando por ahí con una lista de mis venenos, buscándolos en cada imbécil que conozco que sé que no es para mí, solamente soñando con que, quizás esta vez sí es lo mejor que podría pasarme. No entiendo el camino de mis venas, ni por qué mi sangre insiste en derramarse por todas partes antes de seguir, simplemente necesito detener la hemorragia, limpiar el desastre, recoger los pedazos e irme.
El primer paso siempre es aceptarlo, me enamoro de idiotas que se parecen entre sí, en sus actitudes despreocupadas, su chispa inagotable o su intricada severidad al conducirme despacito a la muerte súbita, siendo éste el mayor de los denominadores comunes: la burla, el desagrado y el desdén hacia mi persona (sólo con una excepción), la necesidad de mentirme, la necesidad de impulsarme hacia abajo, sumergirme la cabeza en el océano que yo misma creé. Aquí en mi corazón reina el impulso salvaje de hacerme pensar que no soy quien soy y que no lo merecería, si lo fuera.
Qué ironía, qué estupidez, ¿cómo querer a alguien así?, ¿cómo dejarlo ir así de fácil?, ¿cuál es la mejor manera de actuar? Resignación o esperanza; vergüenza o insensatez.
  


lunes, 5 de septiembre de 2016

Los fuegos se suceden unos a otros

Mi corazón doliente, mi costa dorada, mi flor del mal: he venido a decirte que dolor con dolor se paga.
Seis años son ya desde la última vez que horneé un pastel de cumpleaños, desde la última vez que tú y yo fuimos felices sin que utilizaras contra mí ese poder que tienes para arruinarlo todo. Pero no es el momento, es más, no vale la pena hacer ninguna pausa para mencionar lo mucho que insistías en hacer difícil mi vida, ni en romperme la cara cada vez que yo rompía tu corazón. Ya no me importa, aprendí lo poco que me enseñaste y lo demás, por idiota, lo repetí.
Hoy he decidido perdonarme, hoy he decidido que lo tuyo ya no es mío, que tu amor yo lo amé todo lo que me fue posible, pero en mis venas corre petróleo y veneno desvergonzado; en mi alma solamente manda la brujería y la deslealtad; lo acepto, y te hice daño y te humillé, te arrastré hasta el matadero y lo que yo quisiera es tenerte una vez más frente a mí para decirte que lo pagué.
Lo pagué, lo pagué.
Te suelto y te redimo, porque es lo que me pediste, te amo como se ama al primer amor, al primer hombre que me amó con todas las fuerzas de su alma, y al primero al que mi amor convirtió en todo lo que más odié.
Me dejaste maldita, ¿sabes? Me dejaste pensando que me harías un bien, pero ahora sé que te encuentro (porque tal vez te busco) en todos los hombres que he querido, encuentro tu aguda indiferencia, tu cariño frágil y tu boca elegante, que profesaba total abnegación y devoción a mi persona un instante y al siguiente, se perseguía incansable con los labios de todas las demás. 
O tal vez sea que todos los que valen la pena ser amados son iguales a ti, quizá todos necesitan reforzar su esencia perdiéndose en faldas cortas y cabezas inestables, que todo aquel capaz de quererme también tiene que querer que lo deteste, que lo corte en mil pedazos o, al menos, correr ese riesgo diario de perderme. Jugar con fuego para que nunca se apague.
Al menos a ti te conozco más de lo que jamás conocí a nadie, al menos sé qué tanto eres capaz de herirme y que te aseguraste de marcarme para siempre solamente para que nadie más me tocara con esa misma seguridad, para que nadie rompiera lo que era tuyo por antigüedad.
Qué imbécil suena todo esto, qué falso, pero no. Creo que me he mentido tanto que he llegado a pensar que no te quise, que no fuiste más que un buen amigo más, pero yo sé, y el universo y el mar lo saben también, que mucho de mí lleva mucho de ti.
Eres tú quien me conoce más que nadie, y te llevaste el secreto a la tumba, y en ese proceso tormentoso de estirar y aflojar nuestro pacto inviolable, quizás, hiciste que, desde que te fuiste, intentara todos los días amar igual que tú; entregarme con pasión y con violencia a cada paso que daba, que nunca dejara de tratar, a pesar de lo que todo el mundo dijera, a pesar de todas las pruebas que el mundo tenía contra ese amor, yo siempre lo defendí. Hasta el final, y hasta la fecha, tal como tú me amaste y defendiste siempre, aunque te confundieras con la noche y te dejaras llevar por amores más bellos pero de menor calidad (así como estúpidamente he estado haciendo yo); ahí estabas siempre tú, para llover sobre mí y hacerme pagar tu tormento, mientras suavemente consolabas mis penas que, muchas veces, eran también por ti.
¿Lo ves? Aquí estoy, repitiéndote, sufriéndote, aceptándote como la pieza inamovible que eres de mi destino. Lo estoy haciendo todo mal, como lo hiciste tú, pero alégrate que él, a quien más temiste y por quien supiste que era tiempo de rendirte, es quien me lo está haciendo pagar. Él y tú, por supuesto, porque me quema tu nombre como un tizón encendido, como ese beso de fuego que no me dejó dormir tres noches y del cual aún conservo la cicatriz.
Tal vez eso deba hacer, tal vez lo que hiciste tú, ojos verdes como el mar, ojos verdes como mi delirio, tan sólo quería que supieras que te libero de mí, de una vez por todas -hoy que cumplirías veinticuatro años- y que me arrepiento por haberte pedido que dejaras de amarme, que tú no sabías amar, cuando me lo entregaste todo, todo y mucho más. Más de lo que yo sufrí, más de lo que yo alguna vez podré... y te confieso que sí, que yo también lo sentí, que yo pensaba en ti como tú pensabas en mí y también, por supuesto, no dejaba de soñarte. Es muy tarde, seis años tarde, pero sólo hasta ahora lo sé. Y sé muy bien que tú lo sabes.

Gracias por darme el único amor que conociste, gracias también, por nunca volver.
In memoriam, I. A. N. M. (04/09/92 - 19/11/10) 


sábado, 20 de agosto de 2016

Unscramble the sentences

Hubiera querido saber cómo actuar, que alguien me vendiera un manual sobre 'cómo enfrentar el futuro y hacer tus sueños realidad sin hacerte añicos en el intento'; hubiera pagado lo que sea.
En este ir y venir he dejado de vivir, he pausado mis romanticismos y mis cataclismos por hundirme... hundir la cabeza en ejercicios de gramática y vocabulario, en ver pasar dos horas de mi vida cada tantos días, esperando que lo que dije hubiera tenido sentido para que me paguen y poderme ir. Ir, ¿a dónde? A hundir mi trasero en el asiento e instalarme en el tráfico que alimenta mi migraña, que me endulza la promesa de dormir sólo para, por la noche, atormentarme con todo lo que hice mal durante el día y despertarme cada tres horas por la culpa.
¿Qué estoy haciendo? Claro, lo he llevado bien porque tengo la excusa de ser más joven que el promedio y de estar mucho más preparada para enfrentarlo (¡imagínalo!); la verdad es que lo he podido llevar bien solamente porque sé que se me juzgará enormemente si no lo hago, si estallo, si me quejo... Igual que siempre.
El sueño de la libertad es todo un conjunto de ironías, se basa en el constante avance y retroceso de mi corazón rumiante: se basa en perder la idea de perder, de creer que en el fondo, valdrá la pena, y que todo lo que estoy sintiendo ahora no es otra cosa más que el aviso del éxito entrando por mi puerta. Claro, me miento al decirlo y al pensarlo, pero no tengo más opciones, las agoté desde hace tiempo, y aunque estoy consciente de mis privilegios y de mis ventajas, la verdad es que quienes no las tienen siempre han tenido, por otro lado, esa calma elegante que les suaviza la mente y los limita (o restringe por completo) ante la realidad: que quizá nada valga la pena, que quizá 'la pena' nunca se acabe, que nos moriremos antes de saber para qué trabajamos tanto, para qué dejamos de dormir, para qué no nos dejamos juzgar y nos volvimos cómplices de lo que quisimos combatir. 
Es cierto que yo lo sé, que lo tengo presente, que en ningún momento he dejado de ser este fuego naciente o esta luna de octubre, sangrante como la mala suerte, pero también sé que he hecho tantas cosas tan mediocremente como me ha sido posible porque pienso que no las necesito, que las paradas en el camino de lo que quiero no significan nada para mí, aunque muy adentro el corazón me punze dentro de la cabeza gritándome que me detenga, que piense, que no camine como todos, arrastrados por la demencia urgente de ser llamados adultos, recorriendo caminos por los que caerán miserablemente y se conformarán con ello. Y estarán agradecidos.
No, yo no soy como ellos pero tampoco soy mejor, porque ni siquiera soporto el camino, porque trato siempre de evadirlo, porque deseo que me maten a cada paso que doy. Tal vez lo haga, tal vez lo haga, tal vez lo haga, tal vez me voy. 

martes, 19 de julio de 2016

The kingdom by the sea

[12.07.16]
Mi pluma se cansó de recorrer laberintos, mis pies anduvieron por mundos raros: nieves almendradas, cielos salpicados de luciérnagas y territorio ganado al mar. La piel se me tostó de avaricia, lo sé, pero también de paz; el sueño se enamoró de mis pestañas y pude, por un momento, pensar que no volvería atrás. Sin embargo, todos sabemos que a mi pluma le gusta dibujar espirales al infinito con cara de muerte y cítaras de azúcar. Perdón por pensarlo, lo siento, en verdad, pero el tiempo te ha vengado, mi vida, ya no tienes tú que hacer más.
Encontré mi alegría cristalina en una noche rojiza en vez de negra, y creí que nada podía salir mal mientras mi mente se retorcía suavemente en los rizos dorados de la fantasía, pero henos aquí, con las piernas cruzadas sobre el vendaval londinense, que es frío y amargo pero que tiene cara (todavía) de buena suerte.
¿Quién soy yo para este mundo? La persona que pierde todas las buenas oportunidades, al igual que todas las reservaciones, vuelos, trenes y autobuses; soy la persona que simplemente no puede llegar a tiempo a casa, a la noche, a la vida o a la libertad. Soy la persona que anidó en el cerebro de unos mientras su presencia hacía hongosa la piel de otros, ¿qué es esto?, ¿es una señal? Si después de cruzar océanos, subir montañas y volar escapando al tiempo, no soy diferente y me sigo atando los recuerdos a los dedos, las muñecas y el cuello; si me sigo tatuando el cuerpo en busca del honor de lo que ya no tengo y de lo que no quiero perder... los ojos que ya no me miran y los que quiero que me miren siempre... Si sigo pendiente del destino aunque sé que me ha ganado todas las partidas, lo sigo mirando a la cara y repitiéndole que puedo aguantarlo (llorarlo, lograrlo, explicarlo, empaparlo) todo, tal vez sea porque yo he visto el peor de los temores ocurrir frente a mis ojos y lo he vivido con la misma intensidad que cuando logré ver el mundo desde once ángulos diferentes. Todo me ha llevado a creer que soy sólo eso, soy realmente alguien como yo, con el carácter explosivo y las manos infinitamente suaves, sin motivos y sin miedos. Solamente alguien como yo, solamente yo.
Quizá no quiera este destino porque definitivamente no lo necesito, ¿es una señal? Es una pérdida claramente, porque sigo soñando con la aventura que me ate y la razón que logre interrumpir la mía; no es el viento, ni la nieve, ni el agua... tal vez ese nombre esté escrito más allá del mar y sólo a ese reino pertenecería, sólo ante esa magia me doblegaría, sólo ante esa vida entregaría toda mi vida. A las pruebas me remito. 

London, England.

domingo, 26 de junio de 2016

In-nom-bra-ble

No sé de dónde salieron tantos espacios vacíos ni cómo hice para llenarlos todos con tanta pasión, yo no sé quién me dijo que podía ponerle tu nombre a tantos suspiros o cederle tanto de mi espacio a esta locura, pero sucedió. No me arrepiento, ni lo niego (puedes verlo ahora), ni lo quiero olvidar, tan sólo prefiero no verlo, crecer y superarlo, como todo lo excelso que ha podido tocarme, como todo lo que he sentido, porque todo se me va... porque todo lo bueno se me muere. 
¿Qué tengo que esperar? Nada, solamente me restan un par de días para que el mundo le sume seis horas a mis días, atravesando las paredes del tiempo, quebrándome los huesos de la cabeza una vez más para no pensar en nadie y no reparar en todo aquello que estoy haciendo mal, y mucho menos especular sobre lo que pudo salir bien de no haber sido por cobardes como tú. 
No te culpo, aunque no lo parezca; sé que no es necesario repetir todo lo que te he dicho poco a poco desde el día en que te conocí. No entiendo cómo sacaste todas las verdades de mí antes de que yo las notara siquiera, pero no eres responsable por ellas, ni por mí, ni por esto; tú solamente eres eso: tú; un sol dentro de sí mismo, acorazado dentro, como si pudiera ser, al mismo tiempo, todo lo demás...  Repitiéndose, como un ciego (o como un necio... o como un imbécil) todo lo que cree que nunca existió, aunque lo tenga quemándose tras de sí. Era el amor, tal vez, pero el amor ya no puede ser esto para mí. 
No eres tú, ni tus palabras, ni tus acciones; ni las risas, ni las canciones, ni ese momento en tus ojos, color ocre, oro y carbón. Eso no fue suficiente para llamarse amor, y está muy lejos de llamarse nada.
Decidí entonces ahogar todo recuerdo de este sufrimiento, incluyendo mis diálogos confusos y mis promesas apagadas a personas que merecen mucho más de mí que estos amores a medias que no me dejan dormir. Entiérralos tú en la arena, o en el campo, me da igual.
Adiós a mi vacío blanco y rojo, adiós a mi cuasi-amor; adiós a esta historia tan estúpida como frágil.
Adiós a esa alma blindada y a ese rostro que parece un poema; adiós a esa luz innata que jamás brilló para mí. Quédate con la media luna, a la que le sangran los labios, no la quiero yo, ni la necesita el mundo: sabe lo que tiene que hacer y decide hacerlo mal; esos errores son tu causa y consecuencia, quédatelos por favor y no me devuelvas nada, ni siquiera los sueños. Sobre todo los sueños.
No te molestes en borrarme de tu larga lista, que tu 'te amo' vacío y roto me lo quedo yo; solamente quédate con que lo que fui contigo lo provocaste tú, y nunca te atrevas a hablarlo o a negarlo, no olvides que con esas manos ataste las mías y con esa boca me besaste los pies. Cuídalas bien, cuídate siempre, no vaya a ser que un día sepas lo que es perder.



miércoles, 11 de mayo de 2016

Fe de erratas



¿Cómo se supone que debo hacer esto? Una llamarada cerró mis ojos y me tendí en el suelo esperando la muerte, no había manera de defenderme y, aunque la hubiera, sabía que me lo merecía. Merezco todos los insultos, los malos ratos, las maldiciones… he hecho tanto daño que no me alcanzaría la vida para redimirme. Sin embargo, sé que tampoco me corresponde disculparme.
Claro, hubiera deseado que nada pasara, que una vez que el pecado hubiera sido cometido, aquel nombre se hubiese olvidado de mi nombre y que mi corazón se hubiese olvidado del suyo, pero las cosas que deseo se vuelven deliberadamente en mi contra. No hay manera de escapar del nombre, ni del rostro, ni de los ojos, ni de la voz… por última vez y para siempre, es como tratar de huir del sol. Es cuestión de relajarse, de cerrar los ojos y sentir la brisa, aunque las circunstancias nos apremien y lo mejor que podamos hacer al respecto sea reírnos tanto que parecemos idiotas; quisiera que no tuviéramos que esperar a que las cosas malas sucedieran para hablarnos en serio, para decir lo que flota en el aire cada vez que tus ojos ven los míos. Aunque sea a medias, aunque no tengas idea, y aunque la tengas pero no quieras oírla.
Yo sé lo que ocultan tus labios, lo que piensas cuando sonríes y también lo que haces cuando no  apareces por ninguna parte; después me arrepiento, pienso que no debería conocerte así, que nunca debí escucharte y que jamás debí dejar que me escucharas. Por supuesto, eso no es más que otro tachón en esta evanescente (y efervescente) historia, porque a veces pienso que todas las estupideces que he dicho y cometido contigo han valido todo lo malo que pueda sucederme por ellas. La verdad ni siquiera debería estar hablando de eso, porque sé bien que atenta fatalmente contra todo lo que yo creía de mí misma, contra mi equilibrio, mi decencia, mi vida… pero yo no sabía que estas cosas podían pasarme, que después de haber cargado el peso del amor verdadero en mis espaldas  por más de cinco años, después de haber luchado y entregado todo lo que tenía, yo estaba convencida de que jamás volvería a tener nada que dar y mucho menos nadie a quién dárselo. Pero por supuesto, yo no sé nada, yo soy una completa idiota.
Todo esto es una gran tontería, estoy segura, porque nadie se hubiera imaginado que esto sucedería, que llegarías justamente tú embriagado de sonrisas flojas y estridentes, cubierto de tu indescifrable humildad, adornado con tu avasalladora inteligencia; nadie lo hubiera pensado, nadie lo hubiera creído, que esos mismos labios que me forzaron a destruir la vida que conocía estén ahora diciendo… lo que dicen. Tus dos yo como el vino envenenado y mi nuevo yo bebiéndolo sin chistar, estúpidamente, insistentemente hechizada y profundamente perdida. Tal vez lo haga justamente porque desde el instante en que te vi supe que estabas  fuera de mi alcance, que no me permitiría hablarte siquiera porque el temor se me escurría por los poros, y fuiste tú quien llamó mi nombre, fuiste tú quien buscó hasta encontrarme los ojos… ¿Quién soy yo contra ti?, ¿cómo pude declararte la guerra sabiendo que desde el primer momento me rendí?

lunes, 25 de abril de 2016

Off with the man-cub's head!

Estoy harta de ti, estoy harta de esto. Esta es una declaración de guerra.

No es que esté arrepentida, al final, tú no fuiste el único que consiguió exactamente lo que quería. Tuve tus ojos cerrados y tu lengua suelta, con tu voz desecha diciendo todo lo que yo quería que dijeras, tuve tu confianza ciega, tu leve preocupación y tu abrazo fuerte y delicado... lo tuve todo de ti justo cuando creías que era yo la que se había entregado por completo. Porque eres joven, ingenuo y terriblemente seductor; eres un pecado, una visión, pero no has entendido que yo puedo serlo todo. No has entendido nada.
Entiendo tu confusión, entiendo todos los impulsos y las malas caras. Créeme, es triste, te hace falta crecer y a mí me hace falta volver a nacer para encontrarnos todo en su sitio, para que tus palabras hermosas se tiñan de verdad y las mías dejen de ocultarse en mi sangre, para salir a la luz aunque sea para ser regadas en las banquetas donde no me importó caminar detrás de ti, con la vergüenza palpitando debajo de mis mejillas solamente por estar ahí riéndonos, con tus manos halándome de un lado a otro, sin dejar de mirarme así. Tal vez no entendí esa indirecta, tal vez sí pero no lo quería reconocer. Tal vez todo, lo sabes, todo. Pero no, no esta vez, porque tú piensas que no soy suficiente y lo que sucede en realidad es que 'suficiente' es demasiado poco para mí. No entiendes nada, niño de oro, y cuando lo hagas será muy tarde.
Odio lo que me haces sentir (decir, hacer, pensar), odio todo esto.
Adiós para siempre.

miércoles, 13 de abril de 2016

The fallen



Había querido rendirme, había querido pensar que la indómita necesidad (así, a secas) no había tomado con maestría las riendas de mi vida; que había, de pronto, dejado de hacer todo mal. Y henos aquí, con la mirada baja, la sonrisa inerte y el puño cerrado atiborrado de ilusiones estúpidas, palabras dulces, voces inocentes, miradas lascivas y respiraciones entrecortadas.
Voy caminando con los ojos cerrados y todas las puertas abiertas, con el corazón dando tumbos desde el pecho hasta la garganta, perfectamente consciente de las implicaciones reales de mis fantasías interestelares, sabiendo de memoria mis dimensiones y mis chispazos, y de lo que pueden llegar a provocar, la fuerza intrínseca y la gravitación universal. Todo eso, por cierto, deseándolo desde hacía demasiado tiempo, sin cosecharlo (por supuesto), improvisado y burdo pero suficiente para hacerme sonreír hasta perder la lucidez ante el desastre que sucedió.
¿Qué habita dentro de esta locura? La soledad, la amargura, la fobia a la anarquía, el desvelo y la emoción. La maldita emoción. A penas soy pendiente de que tiemblo como si estuviera completamente hecha de espuma, me deslizo hacia el fondo y me rompo al primer roce de sol abrasador, dos soles brillando en un rostro como ningún otro. A veces lo confundo todo con magia, con buenaventura, pero miento: en esta vida no hay error suficientemente grave para no ser cometido. Lo repito en mi cabeza con el fervor de un mantra. Como si me hiciera falta equivocarme más, como si no fuera ya suficiente.
¿No has entendido que estoy fragmentada? Funcional no es lo mismo que entera. Solamente quiero saber, quiero verlo yo misma, tocarlo con mis manos, recorrer ese camino con mis pies tal como si el mundo fuera eterno y no la mierda que es. ¿No ves que nos estamos matando?, ¿no ves que esto no puede ser? Perdón por marcar tu vida con éste y otros tropiezos, perdóname por todo, este y miles de días más. Solamente quiero sentir y vivir como siempre pensé que no necesitaba, que no quería.
No significa que no me duela cada letra de tu nombre: las consonantes cortantes como tus labios y las vocales infinitamente dulces, como tu mirada. Tienes esa sonrisa que cambió toda mi vida, eres ese amor que nunca olvidaré; eres mi casa, lo más sincero, la vida más brillante, la lección más transparente. Te extraño, te extraño, te amo, te amo y te amaré. Pero también sé que aunque entintara con esta frase todos los cuadernos del mundo, no sería suficiente. No seré suficiente, no soy buena, lo sé y tú lo sientes. Dejé que me arrastrara la corriente, dejé que me presionara contra el suelo haciendo pedazos lo que pensaba inquebrantable.