domingo, 29 de septiembre de 2019

Surrender the night.

He visto los mejores nombres caer desde los estantes más altos y ninguna caída propia me ha dolido así, aunque cierto es que aquí no nos gana la decepción como nos golpea la soledad o nos apuñala la incertidumbre. ¿Qué es lo que necesito? Huir me da el bálsamo de la redención por unos instantes, el sueño me seda diario pero suavemente por un par de horas, sin embargo, aquí en mi pecho todavía se esconde un sol tibio y rosado, y no tengo opción ni ánimo más que de extirparlo de una vez por todas.
Le he prendido fuego a mi memoria porque atesorar fracasos no es justo para nosotros, me llevé las luchas y les dejé las derrotas, sin buscar culpables, sin perdón ni consuelo, y salí corriendo con los pies en los pedales y sobre las ruedas, nada me puede detener ahora.
Tanto he sabido utilizar mi fragilidad para abrirme paso entre las ortigas que ahora ya no puedo moverme sin sangrar de uno u otro lado, por eso me dejo fotografiar sonriendo, llena de polvo, sudor y honor para que ya nadie quiera venir a mentir diciendo que puede salvarme, ayudarme o protegerme, aquí nunca ha entrado nadie más fuerte que yo. Convertí en mis amores a mis enemigos confesos, y ya no podría llamar amor a lo que siento porque me despierta todos los días con ganas de matar a puño limpio, harta de no poder hacer correr la sangre en los surcos que apenas podían llamarse venas, ni inspirar amor en los hoyos negros que esa gente me ocultó bajo sus huesos y camisetas.
No es culpa de ellos concretamente si no tienen nada qué ofrecer y así pretenden que están ahí para darlo todo, a cierto tipo de gente le funciona mentirse hasta creerse, como si la palabra fuera creadora, como si se pudiera vivir de la ilusión. Son ellos quienes no son suficiente, pues yo estoy hecha de carne y hueso, de las historias que no tienen final feliz, en donde los amores se van, los besos envenenan y los padres mueren sin justicia, sangrando en las calles, en soledad.
Me he enamorado de magos que me tendieron la mano para arrancarme todo lo que pude guardar en mis entrañas, y luego desaparecieron diciendo que aquí jamás conocieron a nadie ni sintieron nada, y yo dejé que ocurriera tal vez por el hechizo de la supuesta protección que me vuelve ciega y muda, y ojalá las lágrimas hayan podido lavar los fantasmas y los sueños, esta vez, por igual.
Les he quitado el poder ahora y parecen órganos fláccidos y grisáceos, las heridas en mi cuerpo ahora parecen bordados rosados, como adornos en este envase vacío. Lo he sentido todo y ya no me sorprendería encontrarme con algún rencor o un viejo dolor debajo de mis uñas, pero me lavo las manos, ya no es bienvenido en mi cama para que me dé pesadillas, igual que ellos a los que ya no puedo llamar por su nombre; a los que bajo del pedestal donde los adoré para regresarlos a donde pertenecen, y que vuelvan a ser como nunca debieron dejar de ser: un desconocido en un bar y un viejo compañero de escuela.
Que el universo me libre de las malas decisiones, sobre todo de aquellas que puedan afectar a terceros, y que la energía de los que vinieron antes de mí me despierte al fin de lo que ya no merezco y me convenza de una vez por todas de que la deuda ha sido saldada. La noche es mía, esta noche me pertenece.