viernes, 7 de noviembre de 2014

Unbearable



Un día pensé saber justamente cuál era el momento más triste de mi vida, y estaba equivocada. Cualquiera que no hubiese mirado con cuidado podría afirmar que fue cuando me arrancaron de las manos a mi compañera de vida, cuando el destino me arrebató a mi gran amor y fui testigo de cómo la consumía; todo esto quizá debido a que lloré y berreé como una niña o, quizá, porque nadie podía recordar ya el momento en el que, quien se aplastó contra el suelo y se consumió casi hasta los huesos, fui yo. 

Era de esperarse, por supuesto, porque yo no lloraba, ni mostraba más de dos grados por encima de mi habitual amargura y desesperación; la destrucción, a veces, es tan profunda que no llega a desbordarse. Y es aquí donde admito que hace menos de un mes pensaba que el día más triste de mi vida fue la primera vez que te fuiste. 

No pensaba siquiera en lo afortunada que aún era, sólo pensaba en que verte sería complicado e incómodo, que hablarte me costaría mucho y que las trabas y los disgustos harían de todo aquello, la realidad más complicada que me había tocado vivir. Tú, como siempre, haciéndome ver lo ingenua que puedo ser. Si tan sólo faltaba llamarte para que estuvieras ahí, sólo faltaba tiempo y comunicación, y extrañarte, extrañarte tanto que nunca jamás pudiese olvidar cuánto te amo y ahí, cuando todo se recuperó, volviste. 

Perdóname por la renuencia, perdóname si pensé que todo sería un error y eso me hiciera hablarte de forma tan egoísta; ahora tú, más que nadie, sabes que yo no soy nada más que una víctima de mi propio terror. 

Ojalá hubiese podido exprimir hasta la última gota de todo lo que vivimos, todo lo que yo quisiera es poder regresar el tiempo para quedarme contigo esa mañana y defenderte de todo, protegerte con mi vida, como tú siempre hiciste conmigo. Yo quisiera haber podido darte todo lo que planeaba dar, hubiese amado tener el valor suficiente y, aquel 26 de mayo, haber hecho las cosas diferente. 

Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, por favor, devuélveme a mi padre. 

No hay un solo segundo que pase en que no piense que mi pecado imperdonable te llevó a ti en el camino de mi juicio, que, como dicen por ahí, llamé a la Desgracia por su nombre; yo le pinté el camino a la muerte.
En este lugar no hay nada más que ira y melancolía, los saltos entre una y otra se dan sólo parpadeando, y suelen mezclarse y volvernos solamente sombras dudosas de lo que éramos, porque aunque fuimos, durante algún tiempo, la familia que dejaste rota, aún nos arrullabas con tus canciones y tus comentarios ácidos. Tú sí fuiste valiente, tú sí lo enfrentaste y reparaste; nos hiciste tan felices que después, el universo nos vino a cobrar los intereses. 

Yo creía conocer la tristeza y el dolor, y el peor día de mi vida, pero yo no sé absolutamente nada. Entra entonces el pánico y su efecto de estupor acogedor: que tal vez todo esto sea una alucinación inútil que se ha prolongado demasiado, porque en mis sueños te veo tan claro como en mi rostro, en mis sueños te escucho fuerte y alegre, como en mi voz; ojalá un día despierte y me encuentre contigo apresurándome para irnos, como siempre. 

Te confieso que he perdido el camino, y la fuerza para caminarlo; que el dolor es tan insoportable que no me dejo sentirlo porque perdería la razón de un solo golpe. Hay que dosificarlo, hay que concentrarse en despertar todos los días y no salir corriendo a buscarte en todas partes, porque estamos todas rodeadas de ti, parece que todo está firmado con tu nombre. 

Alguien destruyó el universo que tengo por dentro, no más creatura marina, no más luz de luna mortal, ya no me queda nada. Todos dicen que es cuestión de tiempo, pero el tiempo no va a llenar todos los espacios vacíos en las oraciones, en las fotografías, y en las almas de las tres mujeres que has dejado aquí. El tiempo no va a hacer nada conmigo, nací sin saber permitirlo. ¿Tú crees que yo me voy a olvidar de ti? He atesorado cualquier cantidad de callejones sin salida emocionales a los que he regalado inútilmente una parte de mi vida, y yo a ti te debo la mitad de lo que soy. Ni la soledad, ni el dolor, ni la miseria absoluta te han de apartar de mí, simplemente sería inadmisible… ni creas que me olvido de ti. 

Ya no sé si pueda volver a construir las enfermedades léxicas psicotrópicas de antes, ni creo poder sentirme de nuevo como si hubiese alguien siempre dispuesto a sacarme de mi ensimismamiento, que siempre estuviese de mi lado, porque sé que ése siempre has sido tú y sólo tú. La realidad es que, una vez más, todo lo que podría haber salido infinitesimalmente mal, ha resultado un millón y medio de veces peor. 

No lo acepto, aunque tenga sentido, pues no se puede uno abrir y dejar rasgar, desgarrar y medio matar sin recibir un castigo; no se puede conjurar y maldecir, y luego, seguir estando bendito; al menos yo nunca he podido. Mira, tan sólo mira, ya no tengo idea de lo que estoy haciendo, sólo sé que lo hago para no pensar en que todo está perdido y que ya no me importa una mierda arreglarlo. Esto no es vida, esto no es el mundo, pues, ¿cómo puede ser éste mi mundo, si me faltas tú?

lunes, 8 de septiembre de 2014

Crawling back to you.

Las fantasías derivan una a una, como alucinaciones, como oleadas; el silencio ya no reina aquí, después de todo, aquí ya no reina nada. Aquí sólo hay un piso de mármol, inundado por unos cuantos centímetros de agua, que ya no alberga al monstruo que se alimentaba de piezas de plata; habita solamente una criatura blanda, gelatinosa, jaspeada, con los cabellos apelmazados y la piel marcada por la arena, los golpes y las noches sin dormir. Esa sirena ya no canta, ni habla, ni sueña; se limita a dejar correr su pensamiento y dejarlo tropezar, a malinterpretar todos y cada uno de sus sentimientos para luego estrellarlos contra el suelo y dejar que se rompan para siempre. Así es como se cierra el círculo de las fantasías raquíticas, de las ilusiones cancerosas; de todas y cada una de las sospechas alérgenas.
La luna no quiere acercarse a ella, ni la fortuna, ni la verdad; tampoco quiere mirarla a los ojos y el sentimiento es mutuo, ella sólo se sienta junto al agua, que escasea más cada vez, y llora por su pecado imperdonable. Noche a noche, las dos se fusionan, se besan y se destruyen sin mirarse, sin hablarse, sin tocarse, solamente comunicándose a través de suspiros cortos y superficialidades, porque están juntas en la misión de destruir mi alma.
Ya no puedo aferrarme a los recuerdos, para empezar, ya ni siquiera tengo fuerza, ni luz de luna, ni piel de sirena: después de todo, ya no tengo nada. Mi memoria lúcida e intergaláctica se ha fragmentado en pedazos tan pequeños que no les puedo reconocer, y mucho menos levantarles del suelo, lo único que sí puedo hacer es, al fin, decir que nadie, con nombre, corazón, alma, dignidad, o sin ella, ha venido a robarle a estas mujeres la esperanza, ni la tranquilidad.
Es bien sabido que los artistas y los lunáticos nacen y se alimentan de la soledad y la miseria: el disturbio los cría, la paranoia los orienta; los quiebres hacen latir sus corazones, la melancolía les hace vibrar el alma; viven todos sus días tratando de encontrarse con sus cruces y sus parroquias, tan sólo para morir víctimas de sus propios pensamientos, y aquí estás tú, leyendo esto, contemplando una de mis múltilples muertes, creyendo (si supieras) que tú eres el autor de cada uno o alguno de estos sentimientos.
Si bien es cierto que mi sirena se seca y mi luna se autodestruye, mi universo se contrae pero no se muere; aquí la única muerte verdadera la pongo yo. Yo soy quien escribe todos los inicios y todos los finales.
Las fantasías que mueven los engranes y provocan ciclos de terrores nocturos, acechan desde sus esquinas sombrías, mirando a la criatura (ahora casi anfibia) con el afán de consternarla, pero cuando se apagan las luces, las dos son igual de oscuras, las dos están igualmente perdidas. 
Éste es el texto de la fantasía mía que crees victoria tuya, ésta es la mujer rota, disfrazada de alarma contra incendios, tratando de remendarse una vez más, de estabilizar al menos una pequeña parte del caos y armar de nuevo el rompecabezas.
Éste es el texto de la renuencia absoluta, como la luna que, golpeada y aislada de todo lo conocido, se niega a apartarse de su madre, Tierra, y aquí estoy yo, como ella, agradecida por formar parte de una bellísima historia. Soy la sirena acorralada por rencores con y sin fundamentos, diarias amenazas de muerte y una potencial vista de cara, y que, sin embargo, sigue soñando con la sonrisa más dulce de todo el mundo, y con el día en el que conoció al amor de su vida portándola.
Éste es el texto imposible, así como tú y yo, imposible pero inmortal.

jueves, 31 de julio de 2014

Nonentity.

Nadie se puede imaginar siquiera lo difícil que ha sido tratar de sobrevivir atrincherada, atesorando recuerdos y tratando de limpiarlos de la decepción y del lodo en el que se han sumergido; siento que las sombras espesas de la ingratitud y la incertidumbre son lo que ensucia las livianas ideas que tenía sobre mi futuro contigo. Siento que alguien me disparó a quemaropa y me desmenuzó los momentos felices. Siento que ese alguien fuiste tú. 
¿Pero quién eres tú? 
Siempre sostuviste que yo no te conocía y sólo hasta este momento puedo aceptar que es así, no es que antes pudiera enfrentar el cúmulo de terrores y traspasar los canales de aguas negras sin resíduo alguno y que ahora, de pronto, decidiera tirarme a morir; es que todos esos errores no se me olvidaron y esas noches sin dormir se fueron acumulando, y todo se combinó en tu contra. Si hubiera un momento en el que no te conociera, si no te reconociera, sería justo ahora.
No es que me parezca imposible que pudieses transformarte una y otra vez con tal o cual persona, porque yo también me he adaptado a distintas situaciones para seguir pasando desapercibida, lo que no entiendo (o entendería, suponiendo lo contrario) es la mala intención. ¿Por qué ocultar ese lado de ti durante tanto tiempo?, ¿para qué mentir? No es como si yo fuese una obligación o un compromiso firmado y sellado que tienes porque no estamos ni cerca de eso, no es como si yo fuese a matarte o a matarme si las cosas no salieran bien: me he reconstruído más veces de lo que tú te imaginas. No lo sé. Pero es eso justamente lo que no me permite superarlo, lo que me revienta en las entrañas, lo que me despertó la ira que no he podido controlar. 
No soporto la idea de que conmigo seas esa persona con la que me siento tan equilibrada y tranquila que puedo ser feliz, que puedo ser libre, que puedo ser yo misma; y que luego, busques y encuentres alguien más y te conviertas en algo que nunca podría terminar de aborrecer.
No me hiere tanto la duda, tampoco la traición (de existir); no me lastiman las palabras, ni los juegos, ni siquiera las acciones que pudiste o no pudiste decir, inventar o hacer con la mente, el corazón y los brazos de aquella nulidad que ni siquiera me explico por qué te interesa. Te puedo asegurar que ni siquiera me importa ella, porque no tiene nada que me pudiera alarmar. Lo que me destroza es la mentira, porque no es la primera y sé bien que puede no ser la última, me mata lo que me ocultas, me mata aquella cosa que te inspira a ser cómplice de tan triviales objetos, de tan insípidos sesos, de tan transparentes vidas. 
Me duele dudar de ti y tener que despertar con esa sensación todos los días, me deja sin inspiración para escribir sobre aquellos tiempos en los que la luz de mi mundo eras tú. Me devasta creer que todo lo que hemos vivido, todo lo que hemos hecho, todo lo que tú me has dicho se vaya a la basura por todas estas impresiones. Y erré, porque fui yo quien dejó pasar todas y cada una de las acciones pasadas, fui yo quien siguió adelante sin repercusiones y  fuiste tú quien siguió sin aprender nada, y lo volviste a hacer, así que también erraste. 
La nulidad es eso, me queda claro, pero ciertamente tiene algo que buscas y que no encuentras en mí, no sé si es cómoda mediocridad o reconfortante ignorancia, o una combinación amable de las dos; quizá conserva la frescura y espontaneidad que yo nunca he tenido, ni tendré, o quizá simplemente tú y yo, y todo esto, está destinado a fracasar y la nulidad no ha hecho más que derramar el vaso. En cualquiera de los casos, tú sabes algo que yo no, y al parecer, yo no sé nada. Nada más que lo que he querido saber. 
Esta no es una carta de amor o, al menos, no lo sería para ti sino para mí, porque tengo que remendar mi corazón, como tantas veces, y lo primero es aceptar en qué me equivoqué, y fue en lo mismo que tú: dejé avanzar situaciones que debieron ser detenidas desde el primer momento. Me envenené el alma con mis debilidades disfrazadas, por supuesto, de las tuyas. Y ahora, que estoy en el proceso de desasolvar la rabia, lo que sigue es darle paso al bálsamo apaciguante del olvido, y ahí, podré mirarte de nuevo a los ojos y abrazarte como siempre he necesitado, y siempre necesitaré; y amarte, más de lo que he hecho hasta ahora, y como sé que siempre podré. 
Desconozco si la nulidad vale más para ti que yo, pero sé que tú has valido éste y todos los golpes que haya recibido por ti, el problema es que no estoy segura si, por esta vez, haya sido suficente.

lunes, 21 de julio de 2014

They don't love you like I love you.

Cuando era muy niña tuve oportunidad de contemplar el esplendor dorado y turquesa de mi primer verdadero amor: el mar. Ahí enfrente todavía no había nacido la desesperanza, mi corazón estaba intacto y reluciente, como mi cabello y mi alma; mis ojos no habían llorado nunca de desilusión, por eso yo me llenaba las manos de la única felicidad auténtica que he sentido jamás y la usaba, como siempre, para algo que no hacía nadie más, porque todos los niños y sus irrompibles huesos construían castillos de arena, y yo, cavaba fosas profundas para ver si encontraba la entrada al corazón de la Tierra, o aún mejor, al del mar. 
Mi vida no ha cambiado desde entonces. 
No quiero decir que siempre voy contra la corriente porque eso no es verdad, a mí me gusta la normalidad hasta el punto que sea necesaria, porque entonces llega la noche y todas mis murallas convencionales se derrumban, la luna ejerce fuerzas sobre mí que sólo yo entiendo, compartimos el nombre y las confidencias con el mar. Sin embargo, yo continúo ahí, cavando fosas, intentando descubrir todo lo que me aterra y me enloquece, pues es lo único que merece ser descubierto, y el mundo sigue girando y todos los demás niños se alargan verticalmente, sus sueños los siguen, e incluso algunos siguen intactos. 
Y yo solamente me hundo. 
Alguna vez pude ser distinta, como por cuatro segundos; alguna vez creí que era una mujer libre: un alma sin miedo, y durante esos instantes de gloria, la vida me dio la única experiencia que fue completamente perfecta: conocerte. Aunque después me apagase la luz y me moliese a golpes con total intención de matarme. 
Cuando yo te conocí sentí ganas de reescribir mi historia, siendo que yo nunca reescribo nada, le prendí fuego a mi pasado y me alejé de todas las conexiones con mi presente porque creía fervientemente que jamás iba a volver a sufrir, que incluso cuando el infierno se había mudado a mi casa, tan solo tu recuerdo bastaba para hacerme resistente: tú me hacías indestructible. 
Juntos construímos cuantos castillos de arena pudimos, cuando nos sobraba el tiempo después de tanto reír, juntos hicimos que cualquier arrebato valiera la pena y que todas y cada una de las estrellas se sintieran celosas y humilladas por ese fuego que crecía y consumía todo, pero no como el del infierno, sino como el de los volcanes: para hacer todo renacer más fuerte. 
Hoy, la llama sigue viva y con la misma fuerza, sólo que soplando hacia una sola dirección.Y la única que se siente celosa y humillada soy yo.
He vuelto a cavar fosas porque perdí mi magia, perdí mis cuatro segundos de libertad, perdí lo que me hacía ser alguien que desatara fuerzas volcánicas; ya no busco desenterrar nada del fondo del mar, tan solo estoy ahí para enterrarme a mí misma. 
Yo creo que tú tienes caramelo en la mirada y veneno en los labios, yo creo que tienes el alma suave y transparente como el agua pero la mente fría y exacerbada como la mismísima locura; pero si algo me han enseñado todos estos años es que tus manos son sanadoras tanto como son dagas sosteniendo mi corazón. Y aquí está el problema más grande de todos, o mejor dicho, el que provoca todos los demás.
Siempre que quiero sujetar tu mano y lanzarme al agua embravecida con los ojos cerrados en nombre de todo lo que siento, se me resbala, y me hundo sola en la oscuridad sintiéndome como algo que acabases de escupir después de haberle quitado toda esperanza de servir para algo, pero siempre nado y llego a la orilla, con las manos y las rodillas llenas de sangre por todas las veces que he caído hasta lo más bajo, y con los pulmones llenos de agua por todo el tiempo que estuve esperando a que fueras a salvarme.
Pero, ¿qué quieres? La mandíbula más fuerte de la naturaleza no es la de la hiena, es la mía. 
Soy la mujer que aguarda, la mujer que persevera, la mujer que se destruye pero no se diluye. A mí nada me doblega, y mucho menos cuando se trata de la única cosa más mortal que mi miseria, la única cosa más fuerte que yo, el único sentimiento que me transforma. 
No es un sentimiento nacido de raquíticas excusas, nimiedades con horrendas caras y palabras lascivas, porque esa ira no desgarra mi corazón tanto como saber que podría no volver a estar contigo, no volver a ver llover desde el piso más alto de nuestro edificio favorito, no volver a dormir sobre tu pecho, no volver a besar tus labios, no volver a sentir tu abrazo que, después de todo este tiempo, se sigue sintiendo exactamente como cuando mi ser se completa. 
¿Qué otros lugares ves tú con esos ojos?, ¿qué otra piel tocas con esas manos?, ¿qué bocas besas con esos labios?... ¿qué haces con la parte faltante de mi alma? Y entonces vuelve a llover y estoy sola queriendo que toda la arena de la fosa me caiga encima y me asfixie para no volver a pensar en eso, porque al final, no es la respuesta lo que me atormenta, es el hecho de tener que suponer que todo lo que yo sentí, tú tal vez no lo sentiste nunca, que nada de esto existió para ti. Sentir que siempre estuve sola. 
Pero no es ése el sentimiento que me da la fuerza para escalar de regreso y arriesgar todo en mi vida para volver a estar contigo: es el amor. Por muy horroroso, masoquista y trillado, así es el amor. 
Todo esto tú ya lo sabes, me he empeñado en hacer que no lo olvides, y la persistencia, como ves, ha sido la causa de que todo esto siga vivo y también, lo acepto, de que muchas veces haya estado a punto de morirse. Lo que tú no sabes hasta ahora es que lo que yo más amo de ti es tu libertad. 
Al contrario de todo lo que soy yo, tú eres un ser libre, auténtico, indefinible, inencasillable, sin temor a esto o aquello, sin remordimientos. Sin ninguna, ni la más mínima, ni la más insignificante intención de complacer a nadie más que a ti mismo. Tú tienes lo que yo más quisiera tener y por eso amo cada segundo que estoy contigo, aunque esa misma convicción sea la que me tiene escribiendo sobre lo que más me hiere en estas alturas de mi vida. Lo que quiero decir, realmente, es que no quisiera que perdieras la más brillante de tus virtudes a causa y consecuencia de la más brillante de las mías, terminaríamos perdiendo los dos. 
Yo amo tus inquietudes, tus incongruencias, tus barbarismos, tus delitos hacia la gramática y la ortografía, también amo tus canciones, tu risa, tus pensamientos sobre el país, tus bromas inventadas, la manera en que hablas de la música y la filosofía, amo tus sueños y también todas tus dudas sobre la vida; amo y comparto tu nostalgia por el pasado, amo que cambies de proyecto de vida cada quince días, amo tus películas sin trama, amo la manera en que cambias los tonos de voz de acuerdo al contexto, amo tu falta de concentración, amo que no puedas leer en voz alta, amo todas tus peculiaridades y tus lagunas mentales, y te amaré cada segundo que esté con vida.
Yo no sé qué es lo que pasa y mucho menos qué es lo que va a pasar, tampoco sé qué hacer ni cómo empezar a hacerlo, sólo sé que nunca ha habido ni habrá nadie a quien yo ame de esta forma en mi vida; por ese cielo que se cierne sobre nuestras cabezas, por todo eso que adoramos tú y yo, ni aunque todo mi ser mezquino se derramase sobre las sillas, ni aunque pasaran ochenta años, o mil, nadie en el mundo te puede amar de esta manera.

Y toda persona que se atreve a pensarlo y a decirlo, no hace más que seguirse revolcando en su mentira.


martes, 8 de julio de 2014

A monster courting insanity.

Por las noches me perfilo a mi camino hacia el delirio, a veces las esquinas oscuras toman forma de todo aquello que me gustaría evitar, porque me aterroriza; las noches llenan primero mi alma para después, llenarme la cabeza de artilugios del pasado y llamaradas de angustia, como si con los días no fuera suficiente. Mi habitación se llena de peces de plata que se me meten a los ojos y también chapotean a mi alrededor, haciendo que la madera cruja y el corazón se me despegue del cuerpo, acto seguido.
Siempre he sido la presa predilecta de los más agresivos terrores nocturnos, crecí creyendo que, para estas épocas, ya todo lo que me había podrido los días felices habría sanado, y los recuerdos dejarían de acosarme, pero jamás estuve más equivocada. Quizá siempre me ha faltado honestidad, aquí, antes y en todas partes, pero lo más grave es que justo lo que nunca me imaginé, lo que jamás hubiera querido, está sucediéndome. 
Por aquellas noches deseaba con todas mis fuerzas que mi fuego parara de consumirme, al menos por unas horas para que pudiera dormir, sumergirme en todo aquello que creía que algún día prodría olvidar, y luego, llegaron estas noches que saben a castaña desesperanza, bañadas en agua de lluvia de verano y perfumadas con veneno come-almas. 
El letargo mágico me entumeció mucho más que las buenas intenciones y las sonrisas genuinas, me quitó más que los buenos receurdos y los malos hábitos; aquí estoy, recostada sobre costumbres e indiferencias tan suaves y cómodas que, la verdad, no quisiera dejarlas nunca, aunque me tengan con la mano encadenada al pórtico, y suelten, noche a noche, su maravilloso aliento nacarado sobre mi cabello: "escribir o salir", así, como matar o morir, como si fuera tan fácil. Porque en algún punto desafortunado dejó de serlo.
Los años me aplastan las manías y también al monstruo que vivía bajo los pocos centímetros de agua vaporosa, pero a él sí lo dejan salir, a que se le vaya el aire, y también el tiempo, entre los medio disfrutes y las medio tristezas. 
¿A quién quiero engañar?  Esto no es un respiro de elocuencia, es sólo una sinfonía imperfecta y bruta de puntos y líneas amorfas porque mi kraken embelesado se escurre por la ciudad inundada a mirar su lado más brillante, se enreda en el cuello de la gente equivocada y luego, se va a nadar en las cloacas para soñar con sus ventosas gramáticas y su cerebro sentimental, se esconde ahí para llorar también, brindando conmigo, por mí y por cada una de mis malas desiciones, con sus respectivas fechas, nombres y apellidos. 
¿Qué vamos a hacer aquí, kraken? No nos llega aún el día para fundirnos con la adoración de nuestros recuerdos y convertirnos en la nostalgia patológica de otra persona; no, mi amor, ni siquiera estamos cerca. 

viernes, 20 de junio de 2014

Miseria.

¿Quién me convierte en esta persona?, ¿qué fuerza me sofoca cuando tengo tantas ganas de gritar?, ¿por qué me detiene las manos cuando quiero matarte y los pies cuando quiero, finalmente, huir de ti?
Lo que más quisiera en este mundo sería reventar contra tu cara toda la verdad que sabes pero se te olvida cuando me enganchas a tus caprichos y a tus carencias, cuando me sometes bajo tu yugo de oculta deslealtad y desvariada desconfianza; lo que más quisiera es que fueras capaz de permanecer con esa tranquilidad y esa indiferencia si tan sólo recordaras un poco de lo que te trajo aquí y que, aunque no lo soportes, tampoco permite que te vayas. Lo que más deseo es que ese día llegue. 
Yo no sé por qué el amor se deja mezclar de esta forma con la inconsciencia, de forma tal que huelen y saben a lo mismo; no sé por qué tu amor sabe a abandono y el mío a autodestrucción; yo no sé por qué eres tú la persona que elegí para que jale el gatillo y haga lo que yo no tengo, ni he tenido nunca, el valor de hacer. 
No sé por qué, si sé, vivo haciendo todo lo posible para hacer como que no supiera, ni tú supieras también. 
Por primera vez es una ventaja que en este espacio, como en muchos otros, sólo estemos tú y yo. 
¿Quién me convierte en esto? Dudo que realmente seas tú, porque tu mirada está vacía como quien tiene espacios en blanco incrustados en la cara, porque tu discurso es monosilábico y tu rutina la tengo más que memorizada. No creo que sigas siendo tú quien me hace pedazos los días felices o quien me hace feliz cuando estoy hecha pedazos, porque a tu amor le gusta disfrazarse de indiferencia y a tu indiferencia de encanto. 
Sólo me queda admitir que a veces me pierdo entre los conceptos de amor, inercia y lealtad, quizá lo que realmente defina esto es una necesidad enfermiza de... algo. Pero, ya ves, aquí nada es falso, y así mismo, nada se convertirá en calma, nada se apagará pronto, pues a mí hasta las cenizas me quema, hasta las suposiciones me matan. 
Y entonces me rindo, tal cual, patética cosa, me arrastro hacia el abismo, dejo que mis brazos te caigan lánguidos sobre los hombros y que mis labios se mueran envenenados al chocar con los tuyos, porque, bien lo sabes, ya no tengo fuerza para nada más. ¿Qué estás haciendo conmigo, mi vida?, ¿en qué me quieres convertir?
A veces creo que te enganchaste a mi luz sólo para apagarla, que lo que nos mantiene juntos es el hecho de que un paso más lejos nos lleve a morir porque allá afuera no hay nada, mi amor, nada más que ciudades de recuerdos y polvo; no me aquejaría la desesperanza, ni el tormento, me mataría el distanciarme de las posibilidades, pues me hieren los finales tanto como los comienzos, me deshace pensar que estoy en medio y que en esto hice todo mal, también. 
 ¿En qué me quieres convertir? A veces creo que lo que quieres es que poco a poco me vaya creyendo que no soy nada, por eso te gusta hacérmelo sentir, y sí, a veces creo que todo estaría mejor sin ti. A ese punto no le puedo dar la vuelta, pero tres segundos después me alejo lo más que puedo de ahí porque sé que es demasiado pronto, aún muy pronto, porque necesito esa vida contigo, aunque me duela más cada segundo, la necesito para saber que viví, aunque sea sólo para saber que me hundí, más hondo que nadie. La quiero para saber que no me morí de nada, como había pasado siempre, antes de ti. 
¿Qué es lo que me hace detenerme? Me pregunto, como si realmente no lo supiera bien. El amor, como toda pasión devastadora (como si no tuviera ya demasiadas) necesita llevar al ser humano a la trasgresión de toda ley propia. No es sólo un sueño de luces volcánicas y velas pequeñas, es una fuerza satánica venida de un día de lluvia y una combinación de palabras incorrecta. 
Aún así, ignoro si el amor, por sí mismo, poseé todas las propiedades que yo le adjudico, pues a penas veo esbozos de todo ello en ti, pero sé lo que yo siento (Dios mío, si sé), y si puedo convertir el peor de todos los sueños y la más bella fantasía en una armonía de letras y signos, puedo convertir al amor en lo que se me de la gana. 
Lo que más deseo ahora es que algún día te lo preguntes honestamente, como cualquier ser humano que observase esta serie de calamidades haría, ¿qué es lo que te ha librado de mi adiós para siempre?
El amor, embriagado de más de un pensamiento suicida, pero amor, al final de cuentas. 
No, la verdad no está confundido, ni diluido, ni roto; está ahí, más puro que cualquier otra cosa que hubiéramos visto, tal vez por eso ni tú ni yo podamos reconocerlo como lo que es y nos empeñemos día con día en ocultarlo detrás de personalidades múltiples y negaciones tajantes a la convivencia armoniosa. Ahora, la pregunta sería, ¿en qué lo estamos convirtiendo?

lunes, 26 de mayo de 2014

Perdón, vida de mi vida.



Un día como hoy, amanecía tumbada en medio de un mar de emociones encontradas, tan encontradas, tan infinitamente bien entrelazadas que no podía sentir ninguna de ellas; yo salí a la calle ese día, y el día siguiente, y la semana anterior, pero mi alma nunca se levantó de aquella cama, si lo hacía se perdería en la angustia y mi consciencia sabía que de ahí nunca la iba a poder sacar.
Yo sabía que andaba por el mundo desalmada, ignorando cosas con las que solo podía soñar, tratando de esquivar todos los puntos lastimosos de mi vida, y todo para ni siquiera pensar en todo lo que había salido mal, en todas las heridas que habían abierto otras y las que seguían, porque ahí iba a cambiar todo, iba a frustrar mi razón de vivir, iba a sangrar como nunca había sangrado en mi vida. Entré y salí con la cabeza bien fría, porque si bien mi alma estaba dormida en otra parte, dejé mi corazón ahí.
Las semillas de mi esencia se convirtieron en polvo, las esparcí todas en el lugar equivocado. No, de hecho, les eché fuego. Fue como arrojarme al vacío, y ese día (hoy) supe que la verdad es que no tengo nada que ofrecer más que cobardía, que mis palabras son sólo eso, que aunque sepa tejerlas,  perfumarlas y venderlas, jamás van a poder hacerme tocar la verdad. ¿Qué más pruebas se necesitan? Yo me declaro culpable.
Por eso invento otros mundos, con otros nombres, otros rostros y en otros lugares, porque no soporto la idea de tener que sacrificar mi cama de seda y mentiras por la horrorosa realidad, y, de no ser por ese día (hoy, y siempre, esto y todo) la realidad me hubiera roto la cabeza en cuatro partes iguales; fue por eso que decidí romperme yo misma el corazón.
Perdón. 

domingo, 23 de marzo de 2014

deep down

La toma de decisiones nunca ha sido mi fuerte, de hecho, no existe registro de nada que lo sea más que un par de logros viejos, desgastados y que a nadie le importan ya, si es que alguna vez sucedió; si acaso, elaborar un plan no es un problema, al contrario, es un alivio, pero la verdad íntegra es que moverme de un paso a otro es un martirio gigantesco. 
No importa lo mucho que lo intente, que las cosas salgan bien no representa absolutamente nada, por el contrario, solamente eres visible cuando te estás borrando, cuando tu integridad no es más que un mal recuerdo, y aún así sigo creyendo que los planes van a salvar mi vida de ser devorada por la angustia. Pero sólo yo sé que eso nunca va a suceder.
No sé si me gusta más pretender que todo lo estoy haciendo bien y ponerlo en blanco y negro (como todo en mi vida) para que sea real, antes de tacharlo, o simplemente que necesito alimentar aquellas cosas que me excusan de pensar que no tengo esperanzas, pero aquí y ahora, lo que necesito es el más intenso tono del dolor, la más vibrante de las etapas, el más perdido de los caminos. 
¿Quién escogió la vida un día puede tener una segunda opinión? 
Soy yo quien decidió lo primero y, ahora, voy a dar la vuelta atrás. 
Sé que no voy a tocar fondo, no es el punto, ni siquiera tengo uno; tan sólo quiero llenarme de la desgracia que forjó mi esencia, quiero probarme a mí misma que sigo siendo la persona con disciplina, con voluntad, con una nube espesa de tristeza haciendo ondear la bandera de la que más me he sentido orgullosa. No me interesa lo patético que suene, nadie sabrá nunca la verdadera historia; sólo quiero rozar a la muerte con los dedos, y así, aunque no la sepa contener dentro de mí, voy a tenerla...


jueves, 23 de enero de 2014

El infierno

Basta de canturreos y peroratas, y estúpidas e inválidas razones para justificarse a uno mismo; basta de discutir lo que soy y lo que no, como si fuera la dueña de mí misma o como si realmente confiara en ello. Llegó el tiempo que todo el mundo me advirtió (de otra forma, con una sonrisa) que iba a llegar, las notas de incomodidad ligada al ser se hacen cada día más ausentes y tal vez la adultez sí sea responsable de algunos cambios en esta persona, pero los mensajes no me llegan completamente y la vida me sigue llenando la cabeza de dudas (lo cual es, en cualquier contexto, algo bueno) y ahora aquí, conservando muchas de las ligaduras que me hacen acarrear el pasado muy de cerca durante más de cuatro años, me preguntó, ¿qué tal si yo he nacido así?
No sólo porque nací 'diferente', con la imaginación desatada e incontenible, con la reflexión guardada para después y la disciplina contundente pero dirigida hacia campos dudosos de la irrelevancia, y eso sí, con el arrepentimiento bien crecido como sombra detrás de cada paso. No, no es sólo eso. Tal vez porque nací mujer como la Luna y como la Tierra (y con su nombre vulgar y religioso, respectivamente), y eso me coloca en otro plano de las cosas, en otro círculo del infierno.
Puede ser que hasta la más inconsciente de las almas hubiera terminado de suicidarse en el momento de toparse con alguna forma de energía femenina, la cual puede ser inconcebiblemente polarizada dependiendo del caso, pero afortunadamente, en ninguno de ellos es una flama mediocre. Y siempre he malgastado ese término como algo que debería ser venerado, y lo es, indudablemente, pero tal vez no sea mi esencia obsesiva compulsiva (aunque haya algo de eso) lo que provoca mi máximo orgullo... tal vez sea sólo que nací como las hijas de Nereo: mitad una cosa, mitad la otra.
Mitad mujer, como cualquiera, con todo lo que esto implica: impenetrable, quizá por eso es que los hombres débiles de mente se aferran a pensar que con llevar una mujer a la cama es suficiente y la conquista está dada, porque literalmente la tiene y ellos sólo pueden ver ese plano. Debajo hay un millón de cosas imposibles de desenmarañar, de morder, de sangrar, de violar... tal vez sea eso lo que convierte a las mujeres en presa, el olor enloquecedor de la duda. Incluso en aquel hombre que se regodeé de penetrarla, existirá una absoluta verdad: nunca llegará tan adentro.
Mitad 'diferente', como cualquier persona que se siente a escribir sus reflexiones como hoy en este día, como cualquiera que haya podido sentir profundamente, tan hondo que puede llorar y soñar con una magia soberana, un hombre de hermosa sonrisa, un corazón delator y la prostituta de Magdala... o todos los eufemismos que pueda encontrar de 'artista'...
Casi toda la gente normal dice que 'diferente' es mejor, que les encantaría vivir o convivir con alguien con una esencia de ésta índole, que son personas extraordinarias, dignas de reconocerse, pero la verdad es que no lo son y aquellas personas que lo dicen, cuando se topan con la materia, no lo piensan. Ni por un segundo.
'Diferente' normalmente siginifa un idiota, con poca o nula capacidad de establecerse en el mundo real y apegarse a sus condiciones, con toda clase de fallas en el aspecto personal y un desfogue de sentimientos indicados hacia una cantidad de cosas que, en general, no se consideran de tan vital importancia, pero para un artista, es decir, una persona 'diferente', la vida misma no es suficiente, ni el universo tampoco. Un ser 'diferente' siempre quiere más, necesita más, necesita un trago de su propio veneno, porque todos ellos viven en el mismo mundo y hablan el mismo idioma; vibran con las mismas notas, lloran con la misma escena, sueñan con las mismas palabras.
Un ser 'diferente' y un ser femenino nunca van a ser comprendidos totalmente, nunca van a ser complacidos ni van a ser capaces de complacer, nunca van a ver la luz de la sobriedad ni el gris de la vida normal, pero, sobre todas las cosas, nunca van a poder dejar de sentir... sentir todas y cada una de las cosas que componen este mundo, sentir que viven en el infierno; sentir que, a pesar de todo, la pasión es un arma de dos filos.



domingo, 12 de enero de 2014

Silence.

La luna y las estrellas poco a poco nos fueron cambiando la cara, el sonido no fue el mismo debajo del agua después de ese día; el brillo, en vez de iluminar, asustaba; pero ya mucho hemos hablado sobre aquella noche.
Hemos vivido insistiendo en que la suerte (mala, en este caso) es la culpable de todo, de los malos momentos y de los buenos que son acosados por los infernales, de nuestras malas decisiones, e incluso de nuestras pesadillas. Como si tú, yo y los veinte años que llevamos a cuestas no sirvieran para nada; como si no tuviéramos esencia. No es como si algo de todo esto estuviera comprobado, no es como si, en serio, esa luna nos hubiera lanzado una maldición, ¿qué es entonces? Se trata del momento en que nuestra alma se calló.
El alma no es como la lengua, los labios, el aliento y los dientes, el alma es como ondas, como luz; cuando quiere, no emite nada, y la nada, te lo puedo asegurar, no le vendría nada mal a tu aparato fonador. Pero así es, la nada es lo peor que le puede pasar al alma, ya no es el problema que brille, que vibre y que llene todo el lugar, lo cual solía horadar y desgarrar nuestra alma joven, tersa y estriada; ahora, el problema es el silencio. Cada día es más difícil hilar palabra con palabra, deslindarse de la electricidad y de la energía, cargarse del deseo y la pasión de la oscuridad  y soñar de nuevo con aquel lugar de sirenas hermosas (no monstruos con forúnculos), con magia de raíces latinas (no magia negra), y una noche oscura bajo árboles de cristal (no debajo de limadura de plata), sin embargo, el cerebro se resiste y desafía toda física conocida.
Aunque mi alma esté callada, quieta, más que muerta, mi cabeza sigue siendo la parte con la cual se desahoga mi corazón, cuando me tiemblan las manos y se me cierran los ojos, ahí está todo de nuevo; dentro de mi mente, el lugar sigue siendo precioso, tal vez esté abandonado y los nombres ya no se escuchen revueltos entre susurros saliendo de aquella máquina, pero mi vida sigue amainando ahí, y eso nunca se va a extinguir. Hay luces que ni con la más despiadada de las interferencias se apagan.
En el fondo, uno no deja de ser quién es, aunque pasen veinte años, aunque se le deshilachen las esquinas o se le reviente el corazón, cuando éste fue creado con tinta y mientras siga latiendo fuerte (y sobre todo cuando lo haga despacio), va a seguir bombeando historias del amor y la catástrofe, de la traición, la muerte y las imágenes que nadie sería capaz de ver de no ser por él. Yo podría jurar que no existe una sensación superior a esa, un don detrás de una herida, una pasión secundada por la soledad o una creación simultánea (y parecida) a la de una tortura. Incomparable, éxtasis y revolución. Indescriptible. Impresionante.
El amor, literalmente, palabra por palabra.