sábado, 12 de diciembre de 2015

Gone in the brain



Todo comenzó con un golpe en el rostro, un martillazo de tal fuerza que reconstruyó su nublada tez, convirtiéndola en un esbozo de su antes pronunciada inestabilidad genética, llena de respaldos de la información virulenta; quedó convertida en un ser capaz de manejarse con la cara en alto, o al menos con un poco menos de renuencia a hacerlo. A ese literal golpe de suerte le siguió otro, uno más profundo y mucho menos conciso: su sangre se agitó en un maremoto, sus manos temblaban y la consciencia sacudió sus antiguos y fantásticos terrores. Su cabello se hace grande al contacto con las malas vibras, se desliza suavemente sobre los hombros gigantescos y se retuerce ante la magia negra, incapaz de ser domado por los demonios, solamente susceptible al agua fresca, delatando su alma una vez más.
Ahí está, como resultado de un frenético acto que desató una cadena de malestares que logró finalmente sacudirse, enfermándose de locura, ambición y renovada fuerza. No fue valentía, por supuesto, ni estrategia y mucho menos madurez, fue total y completa devoción; fue un momento de magia y otros dos de desgarramiento. No fue fácil, por supuesto, solamente fue constante, fue enérgico y fue milagrosamente verdadero. Es difícil encontrar un momento de sinceridad cuando se trata de un alma como esta, tan llena de profundos rencores y aún más profundos arrepentimientos, desbocada por el miedo y drogada en irrealidad, y aunque sobrevive, por supuesto, tal vez necesite darse más crédito por ello.
No es necesario remitirse de nuevo a las pruebas, a los detestables recuerdos, ni a los buenos momentos; ni al acosador insomnio una y mil noches más. No esta vez. Quizá sea suficiente con admitir que ya no se trata del juego aparentemente infinito de las identidades parciales o de los sueños agujereados, o tal vez llegó momento de dar un paso firme (con uno solo basta) y secarse las lágrimas que se ciernen sobre el cielo estrellado desde los ojos diminutos, sobre las mejillas extensas y hasta la barbilla afilada. Lágrimas que callan nombres y direcciones; sangre de su sangre y amor de sus amores.
Es algo más que hueso, carne y sangre, sin embargo. Es algo más que letras inconclusas y familias incompletas, algo más que amores no correspondidos y sesenta kilogramos de desgracias mal sazonadas: es más de lo que puede verse, aunque apenas se defienda de los comentarios crueles y las miradas vacías, aunque no pueda pronunciar palabra sin desmoronarse o disfrazarse de sonrisa eterna y perfidia socarrona, sin poder dejar de ser niña caprichosa, ilusionada y amorosa, como la más inocente aunque haya presenciado la muerte, y vivido plenamente la soledad y la deshonra. Como cuando le había dicho a quien más daño le hacía que lo volvería a intentar, pasara lo que pasara. No fue sólo en un sentido, vale la pena mencionar; cambió de fe, de rumbo, de piel y de corazón. Cambió como cambia el mundo cuando algo le está matando, cambió para renunciar a los monstruos a los que se había acostumbrado y honrar a su guardián familiar… honrar a su propia esencia.
No es tan complicado como una balada triste, en medio de una noche oscura solamente iluminada por una lámpara que emite brillo de luna, porque ese instante es solamente suyo, como el amor que todavía siente y que, si de trata de ser precisos, solamente ha visto como es en realidad. Crudo y honesto, como siempre debía haber sido. No es tan complicado como los misterios de la mala suerte, ni de la mala magia, ni del mal dormir; solamente se trata de aceptarlo como parte del panorama, como la necedad de esos cabellos y las limitaciones de esos diminutos ojos. Solamente se trata de vivirlo un poco más.
Se echó sus creencias al hombro con todo lo que contenían: textos viejos y objetos punzocortantes incluidos, simplemente se fue y no miró atrás. Se fue y quizá no regrese más.

domingo, 29 de noviembre de 2015

Freedom



He tratado de reducir el impacto, claro, como cualquier ser viviente intentaría; he tratado de ocultar que me refugio en el pasado, no sólo por el temor al futuro o la insistencia en clavarle astillas a los recuerdos para que los momentos felices se vean nublados y las condiciones climáticas me permitan dejar de sentirlos por un par de horas; claro, no es solamente por eso, es por amor.
La fuerza de la realidad es insoportable para esta piel, por eso le grabo inscripciones de fe y amuletos de pasión bajo la mirada tajante de quienes piensan que todas mis acciones son penas y atentados: Disfraces y evanescencias. Y no, no volveré a hacer hincapié en mi fragilidad ni en la volátil naturaleza de mis decisiones, si se les puede llamar de esa forma; tampoco insistiré en idolatrar mis obsesiones porque eso tampoco me hace sentir mejor. No ahora, al menos. Quisiera tan sólo decirlo por primera vez, decir la verdad completa, tan clara (que no es mucho) como la veo ahora: esto es por amor.
No solamente por amor a ti, que probablemente ya no tengas interés en leer esto, ni a mi padre, que por supuesto lo sabe todo mucho mejor que cualquiera de nosotros, o al universo entero; es por amor a mi vida.
Es lo más radical que he escrito, quizá, desde que tengo presente escribir como única salida de cualquier agravio hecho por mi soledad o mi toxicidad femenina…  ¿Yo, una oda a la autodestrucción y al mal juicio, amando mi vida? Sería cuestión de mirar más de cerca, de completar oraciones y atar todos los cordones incendiados de la catástrofe, pero por supuesto, es verdad.
Por ahora eso es todo lo que tengo claro: que mi vida ya no puede ser el blanco de todos mis malos pensamientos, ya no puede ser aquella cosa inventada, hecha al vapor, poco coherente y repleta de hojas en blanco y, peor, de oraciones incompletas. Evidentemente, tampoco sería inteligente apuntar demasiado alto, despegarme del suelo, perderme en las estrellas (las luces, Dios mío, las luces) porque se bien que vengo del mar, de la profundidad llena y espléndida como la vida y (ahora lo veo) mucho más bella que la muerte. O incluso sería más estúpido apuntar la daga envenenada más allá, hacia los demás, a las vidas que no me pertenecen, sin importar que sean blancos fáciles o que algunos aspectos de ellas me pidan a gritos dinamitarles desde la raíz. Aunque se lo merezcan. Esta vez no por amor si no por la innecesaria depuración intestinal que me provocan las dudas y los matices, las malas intenciones y, por supuesto, la llana y transparente mediocridad.
Por todas estas razones, considero que he progresado, todo esto no puede ser negro o blanco (turquesa o púrpura) por completo, debe ser como siempre he soñado que fuera y, claro, eso también es culpa mía: deseo fervientemente que todo aparezca claro en una lista para poder ir borrando los pendientes, para poder avanzar de acuerdo con un proceso; querer todo escrito en piedra, eterno y sagrado, ha sido el peor de mis errores, estoy consciente. Sin embargo, sé cuál es el acabose de estos problemas de insensatez y terrores nocturnos, nace desde el fondo de mis aguas y no revela nada más que la pasta base de mi alma: la memoria. Ahí se me demuestra siempre lo contrario, que cualquier esbozo de felicidad que he podido tener en la vida está empapada (o inundada hasta el techo) de rebeldía, improvisación e ingenuidad.
Esto no quiere decir que para ser feliz hay que ser al menos un poco imbécil, necesariamente, también puede significar que mi libertad, aquel mito urbano con el que sueño todas las malditas noches, está enamorada de las risas brutas y las indecencias, las oscuras calles y las omisiones en las sobremesas. Tal vez el secreto esté en convertir mi OCD de pensamiento mágico en pensamiento mágico a secas, tal vez la brazada final la pueda dar gracias a este amor, que como sea sigue viviendo aunque se disfrace de odio, se vista de noche o esté completamente aterrado por el futuro, pues ya está aquí y se le ilumina el rostro al ver mis labios partidos y mis ojos cerrados.
Que la vida me guarde del impulso post-traumático de hacerlo todo bien, que mis errores (de atreverme a cometerlos) valgan su consecuencia, que el amor nunca se acabe y la pasión me consuma, que sea suficiente. Que no se borren las letras ni se desmiembren de nuevo todas las lunas de octubre.

viernes, 20 de noviembre de 2015

I stopped my heart.

Simplemente, lo hice.
No es una cosa u otra, es más, ni siquiera me consta que haya una 'cosa', solamente tengo dos verdades en mente: el futuro y lo mucho que lo odio. Ojalá fuera tan fácil como dicen que es para mí, ojalá realmente me estuviera divirtiendo tanto como se dice, pero estoy aquí, escribiendo solamente para ojos que me odian y mentes que no entienden por qué. Y ¿para qué? Si al final mi destino permanece callado, regocijándose con este momento, sabe que tengo las armas pero no tengo el valor para usarlas y que, por supuesto, ni siquiera tengo idea de cómo empezar a hacerlo y, sin embargo, aguarda lejos porque sabe que lo haré. Que al final, muerta de miedo, o de hambre o de vacío, siempre consigo lo que quiero.
Es cierto que quizá empecé todo mal, no debí inspirarme en mis dos segundos de locura para pensar que podría llegar más lejos, tanto como me alcanzaran los brazos, las expectativas y el cosmos emocional (con eso ya perdieron todos); el problema es que, al igual que el último ingrediente, el terror es inagotable. Estoy constituida por él. Tal vez lo mejor era esperar, igual que siempre, que un día se dibujase en el cielo un plan para salvar mi vida, para no permitir que el turquesapúrpura se regara por las calles de un pueblo lleno de mafiosos o un hogar de paredes grises; tal vez me convenía más esperar a que mi mente (llena hasta el tope de maldiciones e incongruencias) me hiciera la vida más fácil de la nada y decodificara las señales de mi corazón (la parte más estúpida que tengo) para que, al fin, pudiera hacer algo de provecho. Tal vez sí me esté equivocando, y las largas noches dentro del huracán de luces brillantes no son lo que yo merezco, tal vez se me demuestre que me rebasan y que no soy más que agua verdosa destinada a volverse gris.  Solamente agua en el agua.
Hasta entonces seguiré aquí.
No es cuestión de orgullo ni de comodidades porque nadie tiene idea de lo mucho que me está doliendo: más que las agujas que abrieron mi piel o las esperanzas que la entintaron, más que los recuerdos tormentosos de las traiciones y las realidades estéticas a las que (al fin) estoy volviendo a dar la cara; esto es cuestión de cálculos matemáticos, precisiones y retruécanos, para achicar los abismos y desafiar a los demonios.
Solamente quiero que no quede duda alguna, que no haya tiempo para eso, que algo me vuelva loca y me disuelva el cerebro en sus aguas profundas, que mi esperanza tenga fin y no sea más que otra página escrita, garabateada con mis ánimos y mis estúpidas melancolías, adornadas con mi punzocortante inteligencia... pero hecha de papel, al fin. Quiero solidez y verdad: agua, sangre y oro.
Detuve mi corazón embriagada de desdén, pero créeme que aún estaba pensando: le puse pausa a mi vida para poder intentar conseguir que el todo no fuera una estupidez ante tus ojos, que el universo fuera mío (y tuyo, por consiguiente), que nuestras promesas no estuvieran hechas de pasión y recuerdos, sino de cal y cemento. Y te perdí por eso.
Horror.
Solamente me queda aguantar, pero soy experta en eso. Solamente me queda esto, aunque llore hasta vaciarme y aunque me cueste todo lo que tengo, conseguiré el mundo, conseguiré todo, y, te  prometo que, como en el océano y en la vida real de la cual tanto me hablas, nada volverá a quedar en pausa. 

martes, 13 de octubre de 2015

Contando las horas

En mi más humilde opinión, esto sigue siendo demasiado.
Demasiado para mí, para nosotras, para el universo. No es posible, no lo quiero, no lo soporto.
Eso es todo.

Hoy, como hace justamente un año, no tengo palabras que sirvan siquiera para que alguien alcance a vislumbrar todo el dolor y la rabia que me licua las entrañas, solamente puedo cerrar los ojos y gritar 'no', igual que en ese momento. Tal vez ya no berree y trate cuidadosamente de no fundirme con el más amargo de todo mis recuerdos (porque, insisto, ¿quién puede hacer eso todos los días?), tal vez ahora ya pueda concluir con que me encuentro sin fuerzas para seguirme hundiendo más aunque esto pareciera no tener fin. Y en vez de caer, me mezo.
Debo admitir que, a pesar de esta arremolinada naturaleza, me he mantenido positiva. He tenido problemas lidiando con las dos realidades, claro, igual que tú y que todos, pero es posible que no sea suficiente. No sé cómo lo hiciste tú, pero lo voy a intentar.
Lo importante es que estoy aquí de nuevo, vistiéndome de la niña pequeña, sumergiéndome (es decir, ahogándome) en el más cruel de todos los tipos de amor, de añoranza y de espera, porque no puedo crecer nunca y mucho menos cuando se trata de ti, me da vergüenza pensar que no me viste ser valiente... es más, odio recordar que no me viste ser nada; es tan sólo que me parte el corazón saber que tú, más que nadie en este planeta creías en mí, creías en todo lo que tengo por decir... le tenías fe a mis palabras, y tuviste que ser tú el primero en irte. No es justo, no lo entiendo. No lo quiero, lo detesto.
Es este horror y es esta pena lo que me tiene aquí ahora, pues no existe necesidad humana más grande que la de aquello que uno piensa incondicional e irrevertible, eres el único amor que nunca se me iba a negar y la vida te arrancó de mí para que enmendara mi error al universo; para pagar con sangre de mi sangre, justo como debía ser.
Perdóname, una y un millón de veces, por arruinar todo.
Aunque eso, honestamente, ni siquiera importa; el momento de la sinceridad puedo ahorrármelo, lo sé, si estoy (realmente) convencida de que existe a través de cada uno de los momentos en que siento tu presencia, te veo en mis sueños, y fabrico realidades (qué sorpresa) en las que todo esto es una mentira ridícula que tu ridícula hija se inventó para tener tu atención, para que la miraras con ese amor con la que nadie nunca la va a poder mirar de nuevo.
Así vivo, pendiente de mis pensamientos, cavilando entre deseos que nunca van a poder cumplirse, esclavizándome como estúpida ante las tempestades de mi memoria, cediéndole terreno todos los días a la esperanza, a la paciencia, a la serenidad, porque no tengo opción y porque cada día este mundo se hace más pequeño, sus límites se dibujan cuando recuerdo tu mirada, tu voz y la infinita suavidad de tu humildad (reservada para unos), tanto como la severidad de tu orgullo (aplicable a todos, por igual). El mundo no es suficiente para este amor, ni para este odio, ni para este miedo. Me estoy yendo poco a poco, amando la idea de hacerme más vieja cada segundo, de estar siempre un paso más cerca en ese camino a volverte a ver.
No es que no sepa cómo evitarlo, es que no sé cómo no lo pensé antes. ¿Lo ves ahora? Las dos realidades, justo ahí.

Podría seguir agradeciéndote por todo lo que tengo en la vida, por todo lo que sin ti no hubiese tenido sentido alguno, el único problema es que la segunda lista sigue vigente, y se hace más larga cada día. No me importa lo que vea, lo que pruebe o lo que sienta, no importa porque no estuviste ahí para verlo, no importa lo mucho que sufra, no lo voy a poder arreglar. No importa nada, lo ves, solamente los días que me faltan para volver a verte, sólo cuentan las horas que le quito a mi sentencia. Sólo cuentas tú y tu nombre; no existe un fervor más grande, no hay amor más grande que este.
¿Lo ves? tú y yo siempre hemos sido demasiado.

jueves, 1 de octubre de 2015

Hexen

Ella está en blanco, en el blanco más puro; apretando los ojos, de pie frente a la marea, conteniendo la respiración con el alma aguadándole la sangre. Sangre, todo lo que le queda es sangre.
Sangre hoy y sangre para siempre.
Pero, escúchala: rocío de agua salada, limadura de plata y... déjame adivinar...
Mírala, escondiendo el puño cerrado, callando el ingrediente secreto; pintándolo y espolvoreándolo de magia, escribiéndolo sin dudas aunque suene a estiércol cayendo desde lo alto, desde allá, desde el culo de Dios.

Octubre es una orquesta de balas, un ciclo infinito de errores, y suena desde el primer día hasta la 'e' como una maldición. ¿Qué más hay que decir al respecto? Que ése es justo el problema, tiene la cabeza infectada de aguapuerca y toda la sangre liviana, liviana y maldita, verdad de Dios; se la está sorbiendo el silencio, la tempestad uterina y la levedad inmunológica. ¿Cuál será el momento idóneo para agonizar o para hundirse?, ¿ahora sí es de verdad?
Mírala, ahí está otra vez huyendo, cauterizando las heridas con coplas sobre libertades compradas, cubriendo los agujeros de bala con los dedos mochados, rellenándolos con ceniza: lo único que queda de la vida misma. Sonriendo porque qué chingados puede salir peor ya.

Díselo, que no tiente al destino porque, como siempre, esta sangre no ha parado ni parará por los otros noventainueve octubres malditos, patrocinados por esta luna sangrantes (tuya, solamente tuya)... Faltan otros noventainueve años de pura puta soledad.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Fukú

Por un instante, dejé que todo se apagara y lo sentí, deslizándose en mis entrañas, como una serpiente embravecida. Sentí el fuego regresar a mí y esconderse en mi pecho, sentí mi poder acercándose a mí, vi mi magia sonriendo en el espejo.

¿Qué existe después del mundo? Es demasiado, yo lo sé. Como el mar, el cielo y el infinito encanto del verde montañoso y los huesos calados; es demasiado pronto, también, pero aquí estamos, al fin, mirando de frente al futuro con sus ojos cerrados y rotos, cambiados por la pesadilla y la hinchazón; ojalá supiera qué decirle. O tal vez no.
¿Qué pasa después de la expiación?, ¿Qué te queda cuando la cuenta está saldada? Siento que el destino se me queda mirando, para verme fallar, para ver cuánto más puede sacarme; y aunque me tenga agazapada contra el suelo, mirando a la muerte de frente, con el peso más grande del mundo atrapado (y golpeando fuerte) dentro de mis costillas, el miedo cada día se hace menos. No es posible, claro, que todo se haya acabado, si al final llevo la nostalgia y, sobre todo esta maldita debilidad, escritas en mi ADN; es tan sólo que la magia es poderosa y se disfraza de cualquier cosa, incluso de arrepentimiento parcial y de deseo volátil. Incluso de madurez o de falsas esperanzas de tener, por lo menos una vez, la respuesta correcta.
Es un hecho, estoy perdida, lo estoy haciendo todo mal, pero ahora, sin importar todas las veces que lo alegué con falsedad y perfidia, me importa dos carajos partidos por la mitad. Es necesario, además, admitir que de cada paso que doy me arrepiento de tres cuartos, que no existe un momento en mis días (y qué decir de mis noches) que no piense en todas las oportunidades que tuve para decirle a mi padre que escucho su voz (y peor, que la obedezco) en mi cabeza todo el tiempo, no hay momento que no me reprenda por haber desaprovechado cada una. No hay instante que no sienta que mi corazón se pudrió esperando por él, que preferiría explotar en mil pedazos antes de aceptar que no lo volveré a ver...

-Five parts denial, five parts negative hallucination.-

Y en ese punto, sentí de nuevo un candor ácido navegando en mi estómago como un océano de sangre y lava, sentí el amor y el odio batir con fuerza mi espíritu, sentí la pasión reconstruirme la armadura en rústica y helvética dorada que tanto necesito para sobrevivir. Sentí mi interior llenarse con vapor turquesapúrpura una y otra vez. Y estoy aquí, de nuevo, posesa por la incredulidad y la aceleración de mi memoria, por los detalles infernales y por aquellos que nos dan libertad: escondidos en infinitas horas de aeropuerto, acentos exóticos y amuletos brillantes.
Claro que en mi corazón resuena el eco de aquello que me arruinó la vida, claro que lo veo todos los días en mi casa, en las calles, en el monstruo que vigila a mi familia y que me devora todas las buenas intenciones, sin embargo, ya no le puedo pedir al cosmos por más oportunidades de redención, creo que incluso él me mira con sus infinitos ojos llenos de lástima. De igual manera, el silencio es mi guarida tanto como mi daga envenenada, la profundidad es mi tumba tanto como es mi única salida, y si el momento es adecuado y la pasión se encuentra demasiado (lo suficiente, claro) hambrienta, tal vez pueda, de una vez por todas, recordarles a todos que tengo la sangre liviana; de la que no se diluye, aquella escandalosa que nada puede parar.

sábado, 8 de agosto de 2015

the devil's face

Estoy convencida de que esto no está bien, nada de esto, ni siquiera el poco que se me permite aunque roce todos los focos rojos, no es cierto. No reconozco mi voz y mi rostro, literalmente, ya no es el mismo. No sé por qué lo he hecho, pero vaya que estuvo bien.
A veces me gusta reprenderme por las libertades que me tomo (y como, sobre todo esas) porque ¿yo qué he hecho por obtenerlas? Nada más que lo mismo que he hecho siempre: morirme de tristeza, enfermedad y miedo. No sé dónde estoy ni por qué hace un mes creía que adoraba esos suelos, los ríos absolutos y los bosques fragantes, si me aterrorizaba pensar que la verdad me pisaba los talones, se escondía detrás del viento y retrasaba todos los vuelos; no me merezco nada de esto pero ya no sé vivir diferente.
Me gusta reprenderme por todo, por idiota, por mentirosa, por ser tan frágil cuando el corazón se me está endureciendo. Y es que ya no tengo palabras, aquí están todas las pruebas. Sé que quería con todo mi corazón salir del azul profundo, por más que lo adorase, quería ver el mundo y soñar que quizá podría ser libre pero eso lo tengo prohibido.
La castidad y la profunda desesperanza de mi corazón me ciñen firmemente a su peste roja (insuficiencia urinaria y gigantismo insular) nada más para que no deje de sentirme cómoda dentro de las fauces de la mediocridad y la congénita cobardía. Y claro está, esto no lo hizo mi padre, aunque se le aguasen los ojos recordando su propia vida,  ni mi madre, aunque no me soporte ni pueda vivir sin mí. Pude ver que no soy sólo la víctima que me gusta creer que soy, ni de la soledad ni de la mala suerte, no soy la humilde persona que pretendo ser ni mucho menos la esquizofrénica "artista" que nadie más que yo imagina que soy; sólo soy una complicada mentira, la más intricada historia que he fabricado, de la que menos me siento orgullosa. Ojalá realmente hubiera escrito el capítulo sobre la libertad dentro de todos los tachones y el desastre y el polvo que no voy a limpiar nunca.
Lo cierto es que lo vi, vi el otro mundo, lo sentí cerca, dormí sobre sus pastos, nadé en sus heladas aguas y me prometí a mí misma que haría caso a mi padre y me sacudiría el laberinto de la soledad de la cabeza. Sin embargo, también está aquí dentro mi madre, en el ADN y en la maldita alma, cantando de cerca que, al final, todo en esta vida (sobre todo lo que es caro y lo que disfrutas con todas las fuerzas de tu alma) se paga.
Quién sabe por qué lo hice pero lo sigo haciendo, quizá no sólo por faltarle el respeto a lo que sé que puedo conseguir sino por deshonrar todo aquello que pueda yo tener honorable, y lo disfruté, cambié mi rostro y arrojé mi divitiae mirabilis al fuego, eso fue todo.
No sé si me dolió la incertidumbre pero sé que ya no la siento, no sé si el día es hoy o mañana o si no existe, al igual que el día en que enfrente a la muerte (o peor, a la vida), o la gloriosa noche en la que desaparezca de mi biografía la obsesión por el tormento o la demencia por la renuencia. No lo sé, sólo sé que por segunda vez tomé una decisión que nunca pensé que sería elegible, y vi algunas cosas que pensé nunca llegar a ver, como una manera madura de auto sabotaje. Así fueron algunas más de 26 noches de pensar que me podía morir y que iba a ser una gran historia.
Esto no lo hizo mi madre, aunque pretenda que sí, ni lo hizo mi padre, aunque le hubiera encantado verlo. Sólo espero el momento de ser yo quien se lo gane, quien se lo busque y quien no lo deje atrás. Sólo espero ya no ser yo, al menos por un par de años, y esta vez no sólo para dejar que me cargue la chingada y se me rompa el corazón, porque a eso me he dedicado por casi veintidós años. No, esta vez tengo que prolongar y afilar toda buena historia, desmembrarla y sacarle los sesos; beberme el blanco de sus ojos para poder, como dice Paz, tal vez romperle la cara al mundo. Justo como me la he roto ahora yo sola.

jueves, 25 de junio de 2015

You gave me the world

La brillantez me está cegando, no la mía, por supuesto, ni la de los recuerdos, ni la de este universo porque esa luz es color azul marino (qué bello) y es profunda como el tiempo. Tiempo, eso somos todos, pero esta luz viaja más rápido, si es que alguien le lleva la cuenta. Ya no puedo hablar, ni pensar, ni soñar sin que se cuele debajo de mis pestañas y toque con sus heladas yemas la más tersa fibra de mis entrañas, el más profundo de mis temores, manchando así el más pulcro de mis sentimientos, provocando un coma profundo para evitar volverme completamente loca.
Ese maldito brillo, ese sonido metálico y esa sensación acuosa que me deja en la cabeza no son felicidad, y si lo son, es muy mediocre; pero el arrebato de los monstruosos lapsos nadando contracorriente en su búsqueda hace sentir esa luz como un verdadero alivio.  Estoy enloqueciendo, sí, brutalmente, peor que antes. Soy un peligro para mí misma, estoy más recelosa y mucho menos pendiente de mis deseos opacos que de mis caprichos brillantes de cristal pulido y esencia de vainilla; me he convertido en la obra maestra del cinismo.
Los recuerdos hermosos y los tormentosos se mezclan y fusionan para envenenarme la sangre, llenándola de un líquido corrosivo  que se siente como una tonelada de grava sobre el pecho o como aquellos noventa kilos sobre mi espalda. No me sirve de nada sentir, así que no lo hago; no me sirve de nada intentar soñar, ese aparato se rompió de una sola vez, así que la noche lo convierte todo en una experiencia giratoria y nauseabunda que me deja, quizá, más confundida que antes.
Me he cansado de repetir que espero con toda mi alma que alguien jale el gatillo y finalice todo, con una gran ironía, que esa misma explosión violenta que arruinó mi vida ceda el paso, por fin, a la locura y a la estamina; a todo el rencor y el dolor que he guardado dentro de mi pecho, que se desborde por mis heridas como el océano deshabitado que es.


Yo sé que tú sabes bien de la sangre y el honor, el vacío y el desconsuelo, pero no sé que dirías al verme aquí batallando (y perdiendo) contra el futuro, la expiación y la independencia; definitivamente nunca lo sabré, lo único que tengo en mente es que nada es lo mismo sin ti. No quiero sentarme a agradecerte por todo esto, como hacen todos, porque sería injusto: tú me diste el mundo, recolectaste todo esto para mí y eso nunca podré pagártelo, ni agradecértelo lo suficiente, maldita sea, aunque me esfuerce todos los malditos días en evitar darme cuenta de que no vas a estar ahí para verlo, para escucharlo, para vivirlo a mi lado. ¿Lo ves? Me lo diste todo, pero no vale nada sin ti a mi lado. Lo daría todo por volverte a ver. 

jueves, 28 de mayo de 2015

Coyolxauhqui

¿Cómo arreglar un destino?, ¿cómo desmembrar un cuerpo? He caminado en círculos, he despertado a medias, he vivido sin querer, solamente esperando el momento en el que un revés definitivo se lleve todo esto, me corte en pedacitos y lave con agua de mar la maldición. Como la diosa desmembrada, a penas pendiente de su gloriosa expiación.
Contrario a la tradición oral, no he venido a lamentarme; vengo a plantear preguntas serias, ¿cómo se adelanta un reloj?, ¿cómo hago para detenerlo? El tiempo solamente lo complica todo y, en mi caso, lo confronta como en un callejón sin salida. ¿Cómo hago para salir de esto?, ¿en verdad quiero salir? Alguien me dijo una vez que veía la tristeza con ojos románticos y embelesados y es verdad, aunque no la soporte, como a nadie que ame. Aunque me destruya, como todo lo que amo.
Cabe destacar que en la nostalgia y la, digamos, 'torpeza' no encuentro todo mi refugio, también está en las pesadillas y los pozos sin fondo enclaustrados en una maldición de cuatro hermosas semanas con seis miserables días. No sé cómo estoy tan segura ni por qué no hago nada para arreglarlo, sólo sé que no es tan sencillo como todos los expertos en mi vida afirman que es, eso considerando que si algo sé ser más que este cúmulo de dudas, temores y auto-sabotajes es, precisamente, ser un pasatiempo ideal para todo aquel dotado de algún grado cualquiera de pensamiento lógico e inteligencia emocional, que goza de mi imposibilidad física de mandarlos a todos a la infinita mierda. Ahora, ese tampoco es el punto, ¿qué es lo que huele así? Además de el hecho de que, desde hace dos años, todo mi ser apesta a culpa. No soy yo, ni es este lugar, quizá sea que la resignación lleva esperando en el piso siete meses sin ser refrigerada, y la obsesión está haciendo que todo aquí se pudra más rápido. Eso debe ser.
No es tu culpa, padre, haberme bautizado con el nombre de un cuerpo celeste que fue arrancado de otro y no puede dejar de darle vueltas al asunto; no lo sabías, pero ahora todo tiene sentido. No sabíamos que ibas a ser tú, aunque, si lo piensas, claro que tenías que serlo: tú, mi único apoyo incondicional; tú, mi carne y mi sangre, mi rostro y mi psique. Claro que sí.
El ancla se hace más pesada, ¿la ves? Claro que la ves. Ahí están nuestros recuerdos y la persona que era para ti, que nunca más volveré a ser; ahí están todos los días y las tardes en la playa, y todas y cada una de las tazas de café. Ahí estás tú y eso es lo que pesa más que todo, más que el dolor que esto me ocasiona, más que el hijo que no me atreví a tener; más, mucho más que la muerte misma. Eres tú, estás allá, caminando para donde todo se va, en el pasado.
No lo acepto, no lo quiero, estoy harta de esto.
Se fueron todas mis oportunidades (las últimas) de enloquecer, de delirar, de atreverme a ser quien ya no creo ser porque toda mi fuerza se acaba en impedir que mis pies salten del puente más alto, rompiéndome en mil pedazos y acabando con todo esto, como lo dice la leyenda.
Esta es mi manera cobarde de decir que quiero que regreses, vengo a exigirlo, ya no vengo a llorar. No me sirve de nada. Regresa conmigo y devuélveme lo que te has llevado, de otra forma sólo seguiré pensando en cómo terminar de honrar a la diosa de la luna. De otra forma, tal vez no pueda seguir, y no es una amenaza, es un informe.
Tal vez ya no puedo seguir siento 'fuerte', tal vez simplemente ya no quiero, me estoy cansando de fingir. El odio me ahoga y la tristeza tira de mis pies para terminar de hundirme. Tal vez sea hora de dejar que suceda porque, estando ahí abajo, sólo podré mirar hacia arriba y, si bien no vas a volver, tendré la certeza de que sigues aquí conmigo y que no vas a volver a irte nunca.