viernes, 7 de junio de 2013

Guilt

Quisiera volver a ese momento, cuando mis piernas temblaban, posadas en cuñas de acero y una voz a lo lejos me decía que tuviera dulces sueños, los mejores sueños de todo el mundo. Me dio vuelta la cabeza y al instante habían pasado dos horas y amanecía en otro lugar, pero ahora...
No puedo cerrar los oídos, ni los brazos, ni a la nada. No puedo callarle la boca a la voz de mis entrañas que me grita que todo está mal. Todo lo que he hecho, todo lo que he dicho, desde entonces hasta ahora no ha sido más que un grave error.
No puedo moverme sin derrumbar todo a mi paso, no puedo dejar de fallar y no quiero dejar de intentarlo, hay algo por ahí que me sigue diciendo que en algún momento todo se va a mejorar, pero no, todo se sigue desbocando hacia el infierno, hacia ese cuarto gigantesco y frío con el vómito fresco escurriendo por las paredes. Que me pudra ahí, ojalá.
No me puedo perdonar, sólo puedo seguir y estrellarme el cráneo contra todo recuerdo que encuentre en mi camino, porque sí, esta es mi culpa, la mía, como una bola de fuego que danza sobre el mar abierto pero que no se apaga.
Ojalá pudiera callarlos a todos, hundirme en el placer verdadero de lo que es la ignorancia y la cavilación guerrillera, porque a eso me dedicaba justo antes de crecer y ver que cada paso que das se desmorona y te hace caer en una trampa. Al final no puedes confiar en nadie y por más que lo intentes no puedes dejar que nadie confíe en ti porque eres igual, igual que el resto.
He descubierto que a todo lo que tenía fe no era más que una pila encubierta de excremento y sangre coagulada, he descubierto que todo en mi mundo está hecho de eso.
Y quisiera desgarrarme la piel y enseñarte todos y cada uno de mis huesos para que vieras lo que todo esto me los ha quebrado y astillado, lo que los sueños rotos y las efímeras euforias trajeron para mí: la soledad absoluta, el vacío sonriente y un ovillo de trapo mojado de traiciones. Siempre lo mismo.
Es mi culpa, siempre lo ha sido. Que el infierno me haga caer en sus entrañas de una vez por todas, que la Tierra escupa esta alma descarrilada, incendiada desde el medio por su pecado imperdonable, por su remate maldito y por la manía que se la está comiendo por adentro; que su cuerpo se rinda ante la presión de su mente y sólo espero...  espero que esta vez sí se muera.