martes, 20 de septiembre de 2011

Dont wake at night to watch her sleep

No existen posibilidades de que esto sea visto por los ojos de alguien que antes no haya escuchado mi voz, que casi siempre mendiga. Quizá sea por la misma razón que motiva este texto, entre otras manías.
He querido atarme las personas a la cintura con una cadena irrompible pero desde el principio supe que no funcionaba, la voluntad ajena siempre deshace mis planes. Quizá pueda estar envuelta en el manto terso de la manipulación pero, quien pueda mirar dentro de mis ojos sabrá que no existe tal. Capa por capa, el centro sigue siendo el mismo, todo sigue llegando al mismo punto una y otra vez. Infinitamente.
A veces quisiera tanto escupirle a la gente, directo en la cara, todas las cosas que he hecho por sus ojos, por sus oídos, por sus manos... por sus mentes... por su corazón. Pero no puedo. A veces por respeto, a veces por temor.
Creo que el principal ingrediente constituyente de mi alma es el temor, seguido por la cobardía, la culpa y, por último, los celos. Pero ese factor es nuevo.
No es como envidia, porque la envidia es sucedida siempre por una acción salpicada de intriga, mentira y traición y, aunque hay mucho de eso en mí, todavía no he llegado a ese punto. Mis celos son total y completamente pasivos, su función es grabarse en la memoria de la voz que resuena en mi cabeza todo el tiempo y hacerme todo el daño posible.
Pero...
No sé en realidad para qué diablos escribo todo esto, para qué trato de perfeccionarlo, para qué trato... de vivir.
Nadie va a saber nada, de cualquier forma, a nadie le va a importar.
Soy una mala escritora, después de todo.