sábado, 25 de abril de 2015

Una segunda oportunidad en esta tierra

Escucha. Pocas cosas me han maravillado como la palabra. Pocas cosas han importado. Mi vida siempre ha estado constituida de colapsos y hoyos negros, sin galaxias ni tesoros, todo son abstracciones y absorciones. Nada es suficiente. Mírame ahora, estoy rodeada de ti, adornada con tu legado y atada profundamente a tu alma, amando las líneas largas y cortas de cada una de tus palabras, pendiente de tus ojos y mis ojos muertos cada día, queriendo volver a verte.
Escúchame, padre, como siempre. No sé cómo combatir, sin embargo, con esta vida, con esta parte de ella que no me enseñaste a vivir. Al menos sé que sabes mis miedos y todo lo que en ellos habita, que nunca comprendiste; y sé que podrás perdonar, tal vez. Al menos eso lo sabrás también. Aquí tu recuerdo no logra eclipsar del todo las malas rachas, los cortes y los recortes pero, ¿lo permitiré? No quisiera de nuevo pensar en el cataclismo porque no sería verdad; la verdad tiene tintes de magia y oscuridad, está embriagada de mala suerte.
La verdad se siente diferente cada día.
El amor se ve difuso pero se siente vivo y fuerte, el futuro ensordece pero ilusiona, asusta con sus destellos a esta, tu niña malcriada, que tiene que ser adulta porque tú ya no estás aquí para defenderla; me ilusiona tanto que no sabría cómo explicártelo de no ser por esta absoluta y estúpida certeza que tengo de que ya lo sabes. Escucha todas las improbabilidades, ¿ahora lo ves? Tal vez no sólo te referías al país cuando dijiste que yo no pertenezco aquí.
No te veo, aunque te encuentro; las maravillas siguen aquí, brillando, esperando por ti. Te extraño.  Te extrañamos.
Escucha, mi universo es ilimitado pues el verbo es el doble del cosmos, pero no me cansaré de tratar de conciliar éste, tratar de resolverlo, tratar de entender y escucharte a ti como eres ahora: un ente más allá. Simplemente más y siempre más.
Es difícil para mí contemplar la realidad, además me divierte sobremanera tratar de cambiarla, morirme por ella y volverla a inventar, pero lo cierto es que esto no me he dejado sentirlo siquiera, solamente lo respiro a través de cosas como esta para no volver a sentir que el cielo me aplasta contra el concreto, que mil manos tratan de sujetarme mientras mi psique sufre un infarto y mi cuerpo se rinde, finalmente, ante el espíritu que intenta contener. Escucha, no puedo hacer eso todos los días.

Sin embargo, trato de seguir ese espíritu ahora; intento pensar qué es lo que me ‘gustaría’ aunque pienso demasiado en ti. Sé que pasará, aunque todo lo que ignoro lo vuelvo prosa, y todo lo que no es prosa lo ignoro. Todo lo que me toca se destruye. Ojalá pudiera estar ahí contigo, disculparme y decir: escucha, yo pienso en ti cada día y cada noche. Te amo cada día y cada noche. Ojalá, simplemente, nunca hubieras tenido que irte. Como debería ser.