jueves, 28 de mayo de 2015

Coyolxauhqui

¿Cómo arreglar un destino?, ¿cómo desmembrar un cuerpo? He caminado en círculos, he despertado a medias, he vivido sin querer, solamente esperando el momento en el que un revés definitivo se lleve todo esto, me corte en pedacitos y lave con agua de mar la maldición. Como la diosa desmembrada, a penas pendiente de su gloriosa expiación.
Contrario a la tradición oral, no he venido a lamentarme; vengo a plantear preguntas serias, ¿cómo se adelanta un reloj?, ¿cómo hago para detenerlo? El tiempo solamente lo complica todo y, en mi caso, lo confronta como en un callejón sin salida. ¿Cómo hago para salir de esto?, ¿en verdad quiero salir? Alguien me dijo una vez que veía la tristeza con ojos románticos y embelesados y es verdad, aunque no la soporte, como a nadie que ame. Aunque me destruya, como todo lo que amo.
Cabe destacar que en la nostalgia y la, digamos, 'torpeza' no encuentro todo mi refugio, también está en las pesadillas y los pozos sin fondo enclaustrados en una maldición de cuatro hermosas semanas con seis miserables días. No sé cómo estoy tan segura ni por qué no hago nada para arreglarlo, sólo sé que no es tan sencillo como todos los expertos en mi vida afirman que es, eso considerando que si algo sé ser más que este cúmulo de dudas, temores y auto-sabotajes es, precisamente, ser un pasatiempo ideal para todo aquel dotado de algún grado cualquiera de pensamiento lógico e inteligencia emocional, que goza de mi imposibilidad física de mandarlos a todos a la infinita mierda. Ahora, ese tampoco es el punto, ¿qué es lo que huele así? Además de el hecho de que, desde hace dos años, todo mi ser apesta a culpa. No soy yo, ni es este lugar, quizá sea que la resignación lleva esperando en el piso siete meses sin ser refrigerada, y la obsesión está haciendo que todo aquí se pudra más rápido. Eso debe ser.
No es tu culpa, padre, haberme bautizado con el nombre de un cuerpo celeste que fue arrancado de otro y no puede dejar de darle vueltas al asunto; no lo sabías, pero ahora todo tiene sentido. No sabíamos que ibas a ser tú, aunque, si lo piensas, claro que tenías que serlo: tú, mi único apoyo incondicional; tú, mi carne y mi sangre, mi rostro y mi psique. Claro que sí.
El ancla se hace más pesada, ¿la ves? Claro que la ves. Ahí están nuestros recuerdos y la persona que era para ti, que nunca más volveré a ser; ahí están todos los días y las tardes en la playa, y todas y cada una de las tazas de café. Ahí estás tú y eso es lo que pesa más que todo, más que el dolor que esto me ocasiona, más que el hijo que no me atreví a tener; más, mucho más que la muerte misma. Eres tú, estás allá, caminando para donde todo se va, en el pasado.
No lo acepto, no lo quiero, estoy harta de esto.
Se fueron todas mis oportunidades (las últimas) de enloquecer, de delirar, de atreverme a ser quien ya no creo ser porque toda mi fuerza se acaba en impedir que mis pies salten del puente más alto, rompiéndome en mil pedazos y acabando con todo esto, como lo dice la leyenda.
Esta es mi manera cobarde de decir que quiero que regreses, vengo a exigirlo, ya no vengo a llorar. No me sirve de nada. Regresa conmigo y devuélveme lo que te has llevado, de otra forma sólo seguiré pensando en cómo terminar de honrar a la diosa de la luna. De otra forma, tal vez no pueda seguir, y no es una amenaza, es un informe.
Tal vez ya no puedo seguir siento 'fuerte', tal vez simplemente ya no quiero, me estoy cansando de fingir. El odio me ahoga y la tristeza tira de mis pies para terminar de hundirme. Tal vez sea hora de dejar que suceda porque, estando ahí abajo, sólo podré mirar hacia arriba y, si bien no vas a volver, tendré la certeza de que sigues aquí conmigo y que no vas a volver a irte nunca.