martes, 29 de mayo de 2012

Damages

El golpeteo de las lágrimas sobre mi piel me hace imposible pensar en otra cosa, el dolor es siempre parte de mí como cuando juré, hace muchos años, que nunca podría dejar de hacerme daño. No puedo.
Acepto que he fracasado en más aspectos, muchos más, de en los que he ganado y, sin embargo, sigo pensando que algún día la energía que toma de mí el simple hecho de abrir los ojos a un mundo que detesto va a regresar a modo de recompensa.
Ingenua, desubicada y culpable, ¡culpable y siempre culpable! Ya no es suficiente callarme la boca porque el sonido que hace no prueba ningún punto y ni siquiera se acerca a lo que realmente quiero decir. Tampoco es suficiente la sangre porque me prometí que ese vicio malo no iba a ganar más poder sobre mí, y falla precisamente porque quisiera hacerlo de nuevo y justo ahora. No es suficiente privarme de la vida, ya no me dejas hacerlo y el cuerpo, indudablemente, tiene al corazón por centro. La pregunta es ¿qué va a ser suficiente?
¿Cuándo fue la última vez que viste en mis ojos algo por lo que valía la pena dejarlo todo atrás?, ¿qué te hizo pensar que mi vida sería compatible y compenetrable con la tuya?, ¿por qué éso ya no existe?
Mi mente segrega sustancias venenosas que hacen que me enferme y quiera vomitarte en la cara culpas que no son tuyas, porque la verdad es prohibida y mi corazón cada día se hace más duro gracias a esa enfermedad hereditaria de producir objetos puntiagudos y dárselos de comer a los otros, y luego, reconozco en el espejo al bicho mágico del arrepentimiento, susurra el contrahechizo y me creo que ya no puedo hacerte daño, pero sí puedo. Me niego a lo que soy y a aceptar que no es perfecto, es tan horrible, nauseabundo y miserable que no te lo puedo ofrecer una vez más, ¿qué clase de amor es este? Es justo como el que te quise evitar.
En esta alma ya no hay planta marina capaz de atarme un poco a la realidad, en esta vida ya no hay vida que crezca en forma de ilusión, mentira o espontaneidad; a veces reparto mis omisiones y mis tragedias como algo trascendental pero estoy aquí para aceptar que el amor que siento por ti echa raíces en mis mil quinientos lados oscuros del corazón para partirlos a la mitad, para desquebrajar este mundo infernal, pero mío. Ya no le canto a la soledad, a mi eterno miedo infajtil, ni al momento en el cual termina uno y empieza el otro, ya solamente eres tú.
Miro atónita el maremoto que se acerca porque si ya me perdí yo, cuando me pierdas tú ya no va a quedar nada, pero si te pierdo yo, al menos vas a seguir estando tú. Siempre vas a estar tú.
El viento nunca ha sido lo mío, hace mucho, mucho daño.

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