miércoles, 16 de septiembre de 2015

Fukú

Por un instante, dejé que todo se apagara y lo sentí, deslizándose en mis entrañas, como una serpiente embravecida. Sentí el fuego regresar a mí y esconderse en mi pecho, sentí mi poder acercándose a mí, vi mi magia sonriendo en el espejo.

¿Qué existe después del mundo? Es demasiado, yo lo sé. Como el mar, el cielo y el infinito encanto del verde montañoso y los huesos calados; es demasiado pronto, también, pero aquí estamos, al fin, mirando de frente al futuro con sus ojos cerrados y rotos, cambiados por la pesadilla y la hinchazón; ojalá supiera qué decirle. O tal vez no.
¿Qué pasa después de la expiación?, ¿Qué te queda cuando la cuenta está saldada? Siento que el destino se me queda mirando, para verme fallar, para ver cuánto más puede sacarme; y aunque me tenga agazapada contra el suelo, mirando a la muerte de frente, con el peso más grande del mundo atrapado (y golpeando fuerte) dentro de mis costillas, el miedo cada día se hace menos. No es posible, claro, que todo se haya acabado, si al final llevo la nostalgia y, sobre todo esta maldita debilidad, escritas en mi ADN; es tan sólo que la magia es poderosa y se disfraza de cualquier cosa, incluso de arrepentimiento parcial y de deseo volátil. Incluso de madurez o de falsas esperanzas de tener, por lo menos una vez, la respuesta correcta.
Es un hecho, estoy perdida, lo estoy haciendo todo mal, pero ahora, sin importar todas las veces que lo alegué con falsedad y perfidia, me importa dos carajos partidos por la mitad. Es necesario, además, admitir que de cada paso que doy me arrepiento de tres cuartos, que no existe un momento en mis días (y qué decir de mis noches) que no piense en todas las oportunidades que tuve para decirle a mi padre que escucho su voz (y peor, que la obedezco) en mi cabeza todo el tiempo, no hay momento que no me reprenda por haber desaprovechado cada una. No hay instante que no sienta que mi corazón se pudrió esperando por él, que preferiría explotar en mil pedazos antes de aceptar que no lo volveré a ver...

-Five parts denial, five parts negative hallucination.-

Y en ese punto, sentí de nuevo un candor ácido navegando en mi estómago como un océano de sangre y lava, sentí el amor y el odio batir con fuerza mi espíritu, sentí la pasión reconstruirme la armadura en rústica y helvética dorada que tanto necesito para sobrevivir. Sentí mi interior llenarse con vapor turquesapúrpura una y otra vez. Y estoy aquí, de nuevo, posesa por la incredulidad y la aceleración de mi memoria, por los detalles infernales y por aquellos que nos dan libertad: escondidos en infinitas horas de aeropuerto, acentos exóticos y amuletos brillantes.
Claro que en mi corazón resuena el eco de aquello que me arruinó la vida, claro que lo veo todos los días en mi casa, en las calles, en el monstruo que vigila a mi familia y que me devora todas las buenas intenciones, sin embargo, ya no le puedo pedir al cosmos por más oportunidades de redención, creo que incluso él me mira con sus infinitos ojos llenos de lástima. De igual manera, el silencio es mi guarida tanto como mi daga envenenada, la profundidad es mi tumba tanto como es mi única salida, y si el momento es adecuado y la pasión se encuentra demasiado (lo suficiente, claro) hambrienta, tal vez pueda, de una vez por todas, recordarles a todos que tengo la sangre liviana; de la que no se diluye, aquella escandalosa que nada puede parar.

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