viernes, 20 de noviembre de 2015

I stopped my heart.

Simplemente, lo hice.
No es una cosa u otra, es más, ni siquiera me consta que haya una 'cosa', solamente tengo dos verdades en mente: el futuro y lo mucho que lo odio. Ojalá fuera tan fácil como dicen que es para mí, ojalá realmente me estuviera divirtiendo tanto como se dice, pero estoy aquí, escribiendo solamente para ojos que me odian y mentes que no entienden por qué. Y ¿para qué? Si al final mi destino permanece callado, regocijándose con este momento, sabe que tengo las armas pero no tengo el valor para usarlas y que, por supuesto, ni siquiera tengo idea de cómo empezar a hacerlo y, sin embargo, aguarda lejos porque sabe que lo haré. Que al final, muerta de miedo, o de hambre o de vacío, siempre consigo lo que quiero.
Es cierto que quizá empecé todo mal, no debí inspirarme en mis dos segundos de locura para pensar que podría llegar más lejos, tanto como me alcanzaran los brazos, las expectativas y el cosmos emocional (con eso ya perdieron todos); el problema es que, al igual que el último ingrediente, el terror es inagotable. Estoy constituida por él. Tal vez lo mejor era esperar, igual que siempre, que un día se dibujase en el cielo un plan para salvar mi vida, para no permitir que el turquesapúrpura se regara por las calles de un pueblo lleno de mafiosos o un hogar de paredes grises; tal vez me convenía más esperar a que mi mente (llena hasta el tope de maldiciones e incongruencias) me hiciera la vida más fácil de la nada y decodificara las señales de mi corazón (la parte más estúpida que tengo) para que, al fin, pudiera hacer algo de provecho. Tal vez sí me esté equivocando, y las largas noches dentro del huracán de luces brillantes no son lo que yo merezco, tal vez se me demuestre que me rebasan y que no soy más que agua verdosa destinada a volverse gris.  Solamente agua en el agua.
Hasta entonces seguiré aquí.
No es cuestión de orgullo ni de comodidades porque nadie tiene idea de lo mucho que me está doliendo: más que las agujas que abrieron mi piel o las esperanzas que la entintaron, más que los recuerdos tormentosos de las traiciones y las realidades estéticas a las que (al fin) estoy volviendo a dar la cara; esto es cuestión de cálculos matemáticos, precisiones y retruécanos, para achicar los abismos y desafiar a los demonios.
Solamente quiero que no quede duda alguna, que no haya tiempo para eso, que algo me vuelva loca y me disuelva el cerebro en sus aguas profundas, que mi esperanza tenga fin y no sea más que otra página escrita, garabateada con mis ánimos y mis estúpidas melancolías, adornadas con mi punzocortante inteligencia... pero hecha de papel, al fin. Quiero solidez y verdad: agua, sangre y oro.
Detuve mi corazón embriagada de desdén, pero créeme que aún estaba pensando: le puse pausa a mi vida para poder intentar conseguir que el todo no fuera una estupidez ante tus ojos, que el universo fuera mío (y tuyo, por consiguiente), que nuestras promesas no estuvieran hechas de pasión y recuerdos, sino de cal y cemento. Y te perdí por eso.
Horror.
Solamente me queda aguantar, pero soy experta en eso. Solamente me queda esto, aunque llore hasta vaciarme y aunque me cueste todo lo que tengo, conseguiré el mundo, conseguiré todo, y, te  prometo que, como en el océano y en la vida real de la cual tanto me hablas, nada volverá a quedar en pausa. 

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