viernes, 16 de marzo de 2012

Obsesión.

Kraken se movía del otro lado del mar, la tierra se disolvía, brillando como limadura de plata, yo le miraba, como siempre; el silencio se expandía entre nosotros en una atmósfera alucinante. La obsesión sólo crece cada día un poco más.
Él tiene razón, es su voz (que desconozco) la que me llena la cabeza a diario de historias y mala intención. Él es la razón de la migraña y la constante desgracia de mi mente, la erupción de líquido apestoso de la piel necrosa.
Kraken alumbra mis días con una luz violácea, con una sonrisa malévola y una visión del mundo poco confiable; seduce y engaña con su apariencia, con todo lo que sueña ser y que transmite, sí, aunque sea por un segundo y, sin embargo, no va nunca más allá de ilusiones de agua y tentáculos grisáceos.
Kraken derrite mis defensas porque encuentra algo de mí en sí mismo y me lo muestra, me lo restriega en la cara y cree (porque siente) que soy sólo ese trozo de él que yo quisiera ser capaz de poseer por completo; pero en eso se equivoca.
La esencia es sólo una, fragmentada, derretida, violada, estupefacta, saludable, repulsiva y estúpida, muy estúpida; pero sólo una.
Kraken se arrastra por el agua y se acerca lentamente, como si fuera una mujer, pero no lo es, es un monstruo.
La vida descarriada que lleva, por mucho que se parezca a la mía, no la disfruta un sólo instante (tampoco) y aún se regodea de lo prometedora que pudo llegar a ser. Preteniendo que algún día realmente suceda.
Por sí mismo Kraken no entiende lo mucho que ha arruinado las cosas. No es parte del futuro, a veces ni siquiera es parte del mundo. Igual que yo.
Kraken y yo somos seres similares mas no idénticos y él aún no lo sabe, hay días que alcanza a vislumbrar la diferencia y la evade, al igual que otros detalles que conozco de su existencia, prefiere bajar la mirada, encontrar la mía y desafiarme pues no tiene nada que perder... Se arrastra para hacerlo ahora mismo, con su lengua venenosa, rugosa y poco menos que gigantesca. Aunque realmente no me hace daño, de tanto tenerla encima, irrita. Él dice en mi mente lo que yo no quiero escuchar y me hace sufrir, enloquecer o enfurecer según sus ocurrencias. No me hace perder más que la paciencia, lo cual en sí no es un gran mérito.
Kraken sigue, consicente o inconsciente de lo que quiere y de lo que provoca, no estoy segura pues no tiene idea de por qué lo que quiere no es lo que tiene. No puedo esperar que ciertamente algo que venga de él funcione...

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