sábado, 25 de febrero de 2012

"Elige la vida" Dijeron.

La mirada se me nublaba, el polvo oscurecía el panorama una vez más; a penas había tenido pequeños roces con la realidad y había preferido permanecer sumergida en la turquesa ignorancia. La razón no me obedecía en la misma forma que al resto, desviaba la mirada a lo que le convenía para no sentir nada y relajarse (un par de segundos) ante una realidad poco menos que difusa.
"Elige la vida" Dijeron.
El alma se evaporaba lentamente y se colaba poco a poco en mis sueños más profundos, aletargada, cansada de tanto sufrir por realidades utópicas solamente para no sufrir por la que es de verdad.
"Eres inteligente" Dijeron.
La muerte (una fuente de energía real, y por real mucho mejor que tú) me había estado helando las entrañas, como si quisiera prepararme para la realidad que nunca había visto, tal vez por imbécil o por estar demasiado bien acurrucada en el asiento de primera clase bajo el brazo de mis padres, tal vez porque era muy joven o estaba demasiado mimada... la identidad era una y sólo una, yaciendo bajo el cuchillo de la muerte, aprendiendo de lo mucho que necesitaría ajustarse a un mundo al que se negaba y que por eso debía mirar fijamente a la muerte, aunque estuviera ahí siendo su presa, pero nunca tuvo el valor de tomar de la mano a la vida.
A la vida no la importa si eres inteligente, si tienes energía o no para defenderte, ni siquiera tus experiencias con la muerte; la vida necesita, que se le demuestre que se tiene interés por ella, que se tiene dignidad y sobre todo, que se tiene valor para elegirla más allá del reto que represente... La vida es mujer, y ama a los guerreros.
"Eres valiente" Dijeron. ¿Valiente yo? Elegí demasiado el camino fácil hasta que lo desgasté y se vino abajo, a la muerte ya ni siquiera le interesa mirarme a los ojos ni helarme la sangre, ya no le importa que la elija a ella una vez más.
"Elige la vida"Dijeron. Me derrumbé un segundo porque la realdiad me golpeó tres veces esta semana, porque no se puede vivir en el reino del mar ni tampoco puedo vivir aquí contra mi naturaleza, pero he de elegir la vida para luchar con ella, para luchar por ella, para sonreír con ella, acurrucarme entre mis nuevos brazos y sacudirme el frío desde dentro; odiarla y amarla más de lo que he podido hacer con cualquier otra cosa, para obsesionarme con ella, aunque no sé si realmente quiera hacerlo... es tan sólo que la muerte ya no es el enemigo.

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