viernes, 11 de diciembre de 2020

The patron saint of switchblade fights

En el silencio y la quietud germina un monstruo, cuando está lo suficientemente grande, se abre paso dentro de mi pecho. 

He aprendido que trepa por mi garganta y hace temblar mi corazón cuando se acerca... algo; ya no podría llamarlo dolor porque ahora este monstruo, mi monstruo, me protege. Tampoco puedo llamarlo ansiedad, ira, ni celos y mucho menos la envidia de la que tanto quiero escribir pero cuyas raíces ya no son más que hilos quebradizos dentro de mí; sólo puedo nombrarlo como algo que al fin tengo bajo control.

No existe nada aquí (ni allá) capaz de detenerme, querré explotar contra los límites o batirme al duelo contra el sol pero ahí, en esa muerte envuelta en fuego, con cada pedazo de mí lloviendo sobre todo el universo, seré la persona que nunca se rindió.

Hay algo poético en querer pelear con las manos atadas, hay algo hermoso en aprisionarse y tragarse la llave frente a todos; mi monstruo no se esconde, se agazapa. Todos aquí serán testigos.

No me importa si más tarde vengo a quejarme de esta furia, que venga con el hocico quemado todas las veces que pueda, porque sé que aunque llore años y me condene a perpetuidad, jamás me arrepentiré de maniobrar mi dolor y convertirlo en entrega, explosión y delirio. 

Este amor obsesivo compulsivo que me repliega la sangre al pecho desde donde me controla, fue capaz de forjarme de nuevo desde las cenizas. Una y otra vez. No necesito otra prueba de que es real y tampoco voy a volver el rostro hacia quienes hacen malabares por quitarme algo (el sueño o al menos, la sonrisa), porque el monstruo no me lo permite. Eres demasiado grande, dice, tienes demasiado poder. 

Vemos pasar los minutos juntos y contamos nuestras bendiciones, jamás nos dimos cuenta de todo lo que teníamos mientras llorábamos por lo que nos falta. 

Repaso una y otra vez el nombre de mi madre y lo subrayo, dejé dentro de ella una parte de mi alma que nadie nunca podrá envolver con su envidia ni su mala intención, ni siquiera yo. Mido mi piel desde el principio hasta el final y agradezco que todos los intentos de terminar conmigo misma jamás rindieran frutos y pueda comenzar a mejorar, al menos no desde cero. 

Miro a mi gente y veo en sus ojos la ternura que le falta a los míos, el asombro y la lealtad que pensé que no me merecía, y los acojo dentro de mis brazos sin importar lo que venga, porque somos familia más que amigos o amantes. 

Leo mi armadura de papel y me regocijo de la fortuna, nada queda más que pedir. 

No hay en la existencia cuchillo más afilado que una mujer que se siente completa. Una mujer con un monstruo domesticado durmiendo en su corazón. 

sábado, 19 de septiembre de 2020

3

Nadie sabe lo complicado que es ordenar estas letras en mi mente para que no parezcan lamentos, para que no llegue hasta tus oídos este cruel alarido, para que nadie en el mundo pueda notar cuánta sangre se derrama por mi piel, ni cuántas lágrimas faltan hasta que llegue mi muerte.

No me sirve de nada ir por ahí contando lo que me duele porque dentro del consciente colectivo o bien tú y yo ya estábamos muertos o quebrados muy en el fondo de manera espiritual, y sí, tal vez fue así siempre porque cometí muchas veces el error de estar ahí si me lo pedías, de regresar a pesar de los dolores y las pesadillas. 

Nunca voy a entender cómo poco a poco te quedaste con tantas partes de mí para que así de pronto me sintiera tan vacía sin ti; no sé pero tengo que lidiar con eso todos los días. 

Tú nunca sabrás la falta que me haces cuando tengo que enfrentarme a mi soledad, a mi mal carácter y a todos mis miedos, ni sabrás lo que yo sentía cada vez que escuchaba tu voz: cómo mi corazón se volvía loco y todos mis sentidos se fundían dentro de mi cuerpo. No tienes por qué enterarte de cuántas veces he querido salir a la calle corriendo a buscarte, a gritar tu nombre y pedirte que me regales un beso. No tienes por qué escuchar de todas las veces que te apareces en mis sueños diciendo que todavía me quieres, riéndote conmigo, viéndome a los ojos... de nada serviría que supieras cuánto lloro por ti y cuánto me cuesta creer que tanto tiempo y tanto amor ahora se hayan ido para siempre.

Sólo estoy segura de que siempre supiste cuánto de ti había dentro de mí, cuánta felicidad y cuánta vida. Siempre supiste que te amo más cada vez que te late el corazón y que nada ni nadie va a cambiar eso nunca, ni siquiera tú... y ése es el error más grande que pude haber cometido.

No sé por qué no he podido ser suficiente para ti, por qué todas las veces he tenido que ser esa sombra que te persigue por la vida amenazando todo lo que quieres de verdad, y créeme que he tratado de luchar contra eso y contra todo lo que te pueda molestar de mi manera de ser, y aún más, de mi forma de quererte, pero jamás conseguí que nada cambiara. 

Aunque quizá no jamás, porque dos veces vi algo en tus ojos que nadie puede quitarme: la primera noche que estuvimos juntos, nunca me he sentido tan deseada y tan hermosa como aquella vez; y la noche que me sostuviste como si fuera una niña, en tus piernas, me abrazaste y dijiste que me amabas... incluso ahora que de ese deseo y de ese amor ya no te queda nada. 

Ojalá no recordara siempre todo lo bueno que he sentido por ti, ojalá pudiera cerrarte todas las puertas como lo has hecho tú, como si yo me hubiera ido debiéndote algo. Ojalá de verdad pudiera odiarte como tengo tantas ganas y tantas razones para hacer, pero la 

realidad es que apenas me puedo sostener y obligarme a abrir los ojos y sacar fuerzas de no sé dónde para vivir así.

Todas las noches me repito que nunca vas a querer compartir nada conmigo que no sean momentos en donde no tengas algo mejor qué hacer, que nunca me has querido como yo te he rogado que me quieras, y que jamás vas a volver. Que me estás olvidando si no me has olvidado ya y que lo mejor que pude hacer fue dejar de molestarte de una buena vez. 

Pensar en eso me tranquiliza, me hace pensar que todo lo que siento (la rabia, la humillación, la soledad, el vacío y el muy estúpido e insistente dolor) vale por lo único bueno que he podido hacer por ti.

Yo sé que no sirve de nada decirte que te amo y que si no te entiendo es porque yo no soy como tú, yo no tengo personas haciendo fila ni luchando entre ellas por un pedacito de mi vida. 

No sirve de nada lo que tengo dentro del corazón, ni en la cabeza, ni en el alma porque tú eres todo lo que quiero, todo lo que he querido siempre desde la primera vez que te vi. Me quedé sin energía para luchar porque esa pelea estaba arreglada: tú no me vas a escoger, nunca voy a ganar nada. Me quedé sin el amor de mi vida, y hoy que lo acepté, al fin me quedé sin palabras. 

Nadie sabe por qué pero todo ha quedado en silencio.

domingo, 13 de septiembre de 2020

2

 A un mes del aniversario luctuoso de mi padre me eché sobre la espalda y pensé en toda la soledad, el dolor, la rabia que me desfiguran el alma y no me dejan dormir. 

Me han dicho que tengo que esperar y sanar pero desde ese día mi corazón se partió en dos y no ha dejado de sangrar, está en algún lugar explotando por años hasta que finalmente se detendrá: como todo el universo. Qué más quisiera que pasara esta noche. 

Pensé en todas las veces que le he pedido que venga y me lleve de una vez. ¿Por qué él tampoco me escucha?, ¿por qué tampoco responde? 


sábado, 12 de septiembre de 2020

1

 


Soy el día que no llegó, 

La noche que permanece.

Mi nombre se ahogó en el mar,

La lluvia lavó mis huellas,

El sol despintó mis colores.

Sólo tus ojos me ven

Y ya no existo

porque no lo hacen. 

sábado, 8 de agosto de 2020

Insidious

 

Existes dentro de mí, te quedaste atorado en mi tráquea y ahora vivimos juntos, tal como nunca quisiste y quizás un poco peor.

Llevo cuatro noches sin dormir, viendo la luna cruzando el cielo, dando vueltas en el colchón siguiéndola; desesperada porque estoy cansada pero simplemente ya no tengo paz desde que estás aquí, ahogándote en mi garganta y no en tu casa cantándome canciones o deseándome el mal.

No sé qué hacer para que te vayas, extendí mis brazos esperando lo que fuera que tuviera que pasar, porque ya había intentado todo para que me eligieras y te quedaras. Decidí no insistir más porque ya han pasado tres años y siempre me dejas sola, llorando en la oscuridad... y créeme, no tengo idea cómo, pero al fin estás aquí. 

Creo que fue por aquel último beso que no nos dimos, o por todas las palabras que no pude decir aunque lo intenté. Creo que fue así como te encerré dentro de mi pecho y todo lo que alguna vez supe y amé tanto de ti se quedó dentro de mí.

No sé cómo dejarte ir si ya te estás volviendo parte del sistema: un montón de carne grasienta, crujientes articulaciones, cabello incipiente y tú, como un eco de quien fui cuando conocía la felicidad y sabía dormir, a pesar de todo. 

No sé cómo vivir ya sin este apéndice pesado y grueso de mis recuerdos contigo... no hay afuera quien lo extirpe y quizá, si existes aquí dentro este amor por ti morirá conmigo, nunca más se manchará de decepción si lo tengo aquí. Nadie podrá quitármelo, ni dañarlo o romperlo, ni siquiera tú.

Tal vez sea mejor así, porque cuando al fin me duermo, en mis sueños estamos tú y yo y todavía no nos hemos ido con esa mirada ardiente de odio brillando en nuestros ojos mojados: en mis sueños me amas y te amo, en mis sueños todavía estamos sonriendo. 

viernes, 31 de julio de 2020

Ice and fire / Eyes on fire


¿Que si lloré por ti? Sí, hasta que me quemaban los ojos y mis párpados tenían grabado tu nombre. Lloré como se llora a los muertos, pero era yo quien no iba a volver.
No sé por qué no debería entusiasmarme el futuro sin ti, como si no añorara mi vida antes de conocerte: esa línea recta de luces, brillos, cantos y perfumes; esa gloria mestiza de las ciudades ruidosas y las calles infinitamente oscuras.
También soy consciente, me haces falta desde que nací y la vida te ha traído de regreso a mí por tres o cuatro meses de los últimos tres años, pero siempre ha sido igual: te me vas como si nada, y me quedo con tu odio pisándome la sombra; condenada a sentirme como si la culpa (tu culpa) me tuviera contra el suelo, sujeta de la garganta. Ya no quiero que tu miedo me aprisione, tengo suficiente para ahogarme en cualquier habitación. Yo no soy juego, yo no soy duda, yo no soy lástima ni imposición. 
Hoy me arrodillé en el agua, me sumergí y enjuagué mi piel y pelo de la frustración que me estaba matando. Tus miedos y tus heridas sólo a ti te corresponden, sólo tú los puedes sanar; a los míos los miro de frente y al fin los puedo nombrar, primer paso para exorcizarlos por mí más que por nosotros. Si hubo nosotros o si aún lo hay. 
Yo no soy juego, yo no soy duda, yo no soy imposición, así tampoco sea amor ni deseo, así no sea más que esa imagen de la luna cayendo en el mar, junto a la carretera. 
¿Que si lloré por ti? Sí, y probablemente siga llorando los años que vengan por el amor que no volveré a sentir. Escucharé tu nombre y lloraré por dentro, deseando siempre volver a escuchar tu voz; y cuando te vea, seguro lloraré también por lo que sea que encuentre en tu mirada: felicidad, espero, paz. 
Aquí te dejo el amor que va a ser tuyo por siempre, lo aparto de todo dolor, rabia o acto de auto-destrucción, te libero de mí sin reservas, solamente regalándote ese tiempo precioso de mi tiempo, ese amor, rey de todo mi amor, por ti: mi universo de todos los universos.
Te amo como siempre y para siempre aunque la vida no me alcance o sea justo lo que alcance para separarme de ti. Y si otra vez coinciden nuestras miradas y me preguntas si lloré, te diré que jamás, que cuando pienso en ti todo son sonrisas, tragos dulces y canciones  bajo la noche que nos vio encontrarnos y también partir. 

lunes, 25 de mayo de 2020

Hiatus

.
Dentro de mi disfuncionalmente amplio umbral del dolor, te escondes tú como mi tesoro, mi corazón fuera del cuerpo que no sé cómo mantener completo y a salvo. No entiendo mucho sobre cómo funciona la rapidez de tu mente, mucho menos ese fuego devastador que tienes en el pecho; sólo sé que me vuelve loca todas las noches y todos los días, de amor, de dolor, de alegría, de incertidumbre, de pasión: de vida. 
Mi corazón sabe que este amor está envenenado, mi alma sabe quién eres tú y quién no podrás ser jamás, pero eso no me impide amarte con terquedad y con angustia. Los días pasan lentos, ahora más lentos que nunca, y si no te veo y creo lo que dicen las voces de mi cabeza, se me escurre la esperanza y cada vez me encuentro más vacía, como en esa carta que un día te escribí al borde del abismo: vacía de amor y vacía de ti. 
No sé qué hacer con estas ganas que tengo de escapar o de arrancarme la piel poro por poro, no sé cómo hablarte sin que todo se desborde de mi pecho y se vuelva horrores y sollozos, reclamos y mala fe. No sé cómo llevar este amor a cuestas sin pensar en lo mucho que me hunde a cada paso que doy, no sé cómo reconstruirme y ser yo la mujer a la que dices que amas cada noche, como si tú y yo supiéramos algo del amor.
No sé qué es lo que buscas pero sé que no lo tengo o que no tengo suficiente, y por eso sales a encontrarlo en otro lugar, a veces deseo con el corazón que lo halles intacto para que nunca regreses y pueda tener un sólo día de expiación, pero sé que no es verdad porque más frecuentemente mi vida depende de cuánto te quedes, de cuánto me mires y cuánto me sonrías, de cuánto te creas que yo soy lo que quieres para ti. Más frecuentemente de lo que quisiera aceptar, me parece que la vida no es vida sin ti, aunque luche por evitar eso día tras día.
Mi paciencia se hizo rancia, mi corazón se detuvo, ya todo está estancado y podrido, no tengo más que ofrecer, no te puedo detener, no pude, no lo logré. Otra vez estoy aquí en la sombra deseando no ser yo para poder hablarte y que no tenga miedo y que todo salga bien; que no encuentre rabia en tus ojos, ni decepción en tu voz; que la vida me permita la oportunidad de tenerte cerca sin que se me rompa el corazón ni que yo misma me lo rompa, sin arruinarlo todo. Pero ya la tuve y lo eché todo a perder. 
¿Qué hago ahora?, ¿estás ahí?, ¿puedes oírme? 

viernes, 28 de febrero de 2020

Rainbow


Ni una sola vez, jamás, ni por un instante pensé que esto pasaría. Desdeñé mis sentimientos durante meses, entrené mis oídos para no escucharte, cerré mis ojos para no verte y quise ocultarme detrás de golpes de pecho y ansiosos saltos de fe para huir de ti y de lo que yo creí que jamás me iba a suceder. 
No sé todavía por qué, muchos estarían esperando que un choque me despertara para encontrarme de nuevo sola en la oscuridad con las manos vacías, porque a eso estoy acostumbrada. Siento como si mi mente, tan indulgente como siempre, me estuviera sembrando estas imágenes para pensar que eres tú, que estás conmigo y que me quieres, antes de matarme o sofocarme con algo terrible. 
Eso es demasiado bueno para mí, por eso no puedo quitar mis manos de tu piel ni mis ojos de tu cara, por eso te he repetido que eres un sueño, y no deseando que se termine y algo me despierte sino pensando en la tremenda suerte, tremenda luz, tremenda buena noche que sería aquella en la que todo esto pasaría de ser así.
No sé si pueda alguna vez transmitir la felicidad, la paz o el amor que depositas en mí pero puedo dibujar aquí imágenes que quizá se acerquen un poco: eres esa luz que reflejaba el mar en el atardecer de cuatro cuatros, eres esa canción de la mañana fría en la carretera junto a la playa; eres mil noches de risas dentro del auto, eres esas mil noches sin pesadillas; eres el sonido de las fiestas, la voz de las canciones, la fuerza de los vientos y todas las horas más felices de mi vida. Mucho más y nada menos. 
Eres lo único que no puedo explicar ni entender pero no quiero, porque solamente sé que supe desde el primer momento que eres el lugar al que pertenezco.