Me había preguntado muchas veces si alguna vez escribiría para ti aquí y resulta que sucedió más pronto de lo que imaginaba. Supongo que es porque nada de lo que diga te importa ya lo suficiente para usarlo en mi contra.
Mucho más allá de la innegable, irrefutable e insoportable idea de que yo solita maté lo nuestro a puño limpio, me atrevo a cuestionarme las razones y están ahí, detrás de todo el dolor, el remordimiento y franca desolación que has dejado tras de ti. Y son razones pesadas, como cuerpos desmembrados que he tratado desaparecer pero me acosan y me despiertan todas las noches, de golpe, cuando te veo en mis sueños.
La principal ya la conoces: el miedo a reconocerme como realmente soy frente a gente a la que no le importo, pero que igual me haría difícil la vida si me acercara a mostrar la verdad. Fui cobarde, mucho. Me arrepiento, lo sabes, preferiría tenerte aunque el mundo entero me diera la espalda en este momento.
Las demás razones vienen desde muchos lados, como riachuelos pequeños formando una corriente mortal.
La primera es la distancia, física y química: que para mí ya nunca va a ser divertido un lugar para bailar, ni mucho ruido, ni mucha gente, ni textear como principal medio de comunicación. Que jamás he escrito una sola carta de amor decente ni tengo idea de cómo hacen algunas manualidades los de tu generación. Que nunca me pediste que te enseñara lo que estaba escribiendo, que jamás tuviste la menor curiosidad sobre el lugar de donde vengo o qué me hizo la ciudad que no le puedo perdonar.
Fantaseaba con vivir contigo como una utopía, como nuestro mundo. Sin nuestras familias ni nuestras ocupaciones. Sin nuestras edades, sin mis incapacidades. Y aunque sabía que no iba a ser así, y lo sigo sabiendo, no existe nada que deseé más en este momento. Pero entonces llegaba y te veía, con tus ojos centelleantes y tu olor a rosas y agua limpia, y nada más importaba. Solamente éramos tú y yo, hasta que no decías nada y sólo sonreías, y yo no podía callarme por temor a que el silencio se devorara mi fantasía.
Perdóname por no ser más joven y querer que tuviéramos más que anhelos y trends de tiktok. Perdóname por presionarte para hacer algo al respecto, de la peor de las maneras. Perdóname si mi anhelo se convirtió en una crisis que te catapultó a los brazos de alguien más, aunque pareciera que murieras por estar con ella desde hace mucho. Perdóname si mi amor es volátil y casi nunca te dejé verlo de la manera en que tú querías por tratar de forzarte a sentirte o actuar igual que yo.
Lo único que podemos comprobar de todo lo que alguna vez se dijo es que mi amor, que trataba de ser pensado, organizado, sólido y no virtual, al final terminó siendo el único. El tuyo se acabó tan rápido como empezó, el tuyo lo maté yo con mis esperanzas de que un día fueras tú quien planeara una cita, tú me acompañaras a mi casa, tú me preguntaras qué me dolía. Tu amor quizá sólo quería salir en fotos porque no existía.
No te culpo. Si yo fuera tú, tampoco me querría.
Deseo que toda la felicidad y la paz que no te di tratando de encontrar el momento adecuado, la estés sintiendo ahora y la sientas siempre. Que todo el amor que llegue a ti sea justo como tú lo quieres, realidad o fantasía, pero solamente tuyo, como mi corazón que al final, una vez más, no es suficiente.
Gracias por no dejarme hacerte más daño. Gracias por darme una ilusión y un dolor que pensé que jamás podría volver a sentir. Ojalá nunca tengas que acordarte de mí.