La sangre se arremolina debajo de mi piel, como si fuera un maremoto, con tan sólo recordarte. Si te tuviera de frente, no tendría nada qué decir, o al menos no después de todo el tiempo y lo que me he esforzado por ocultar lo que siento. Ni mis ojos, ni mi rostro me traicionarían para contarte todas las noches que he soñado contigo, todas las horas de sol y luna que he visto pasar pensando en ti. No necesitas saber lo mucho que me he ilusionado con todo esto como si tuviera sustancia, como si fuera real, pues al final de todo se sabe que yo soy la persona que construye dibujos de pesadillas en hojas de papel, la que solamente se arma de palabras para enfrentar el mundo todos los días; como quien vende castillos de aire, tal cual.
No es sorpresa, tampoco, muchas veces ha escapado de mi ansiedad decirte lo feliz que soy solamente con esta idea, con la pequeña esperanza de que algún día tú te fijaras en mí de verdad: así, como soy yo realmente y no como me gustaría ser; pero lo que soy está plagado de heridas, maldiciones y tormentos. Probablemente sea mejor seguir así, ser dos ilusiones tocándose a lo lejos, como en los cuentos que amo leer, como en las leyendas que nos compartimos. Yo esbozo lo que eres tú con lo poco que me dejas ver y con lo mucho que yo te creo, quizá sólo así nunca nos hagamos daño... y de pronto creo que este mar infinitamente desolado, frío y profundo que llevo dentro no puede estar más tiempo contenido. Tanto amor merece ser sentido, este nombre merece ser cantado, estos labios merecen ser besados y estoy cansada de pelear todos los días por demostrarlo.
Ya no quiero sentir cómo me pudro, cómo pasan los años enfriando este cuerpo sin que sea tocado y ni siquiera deseado, estoy cansada de alimentarme de ilusiones porque no nutren y me dan náuseas. Ya no quiero matarme de hambre para entrar en un molde que desde hace años me queda muy pequeño. No sé si tú seas la luz que me salve de la penumbra pero lo dudo si tengo el encendedor en las manos. No sé por qué por fuerza quiero que seas tú mi todo cuando fácilmente puedo serlo yo. Y te lo juro por mi vida, por todo lo que tengo o por lo que ya no tengo (que es aún más valioso) que te quiero y que quiero que seas tú quien me quiera pero no sé si haya otro espacio aquí para sentarme esperando un milagro.
Sé bien que si hay un culpable de todo esto soy yo misma, mi naturaleza hostil y mi cabeza demasiado ahogada en el pasado y el absurdo; fui yo quien se empeñó en ser inquerible, insoportable o qué sé yo, y sin embargo estoy segura que ya pagué la condena estando aquí treinta años sobreviviendo de migajas de quienes no estaban seguros, quienes no estaban listos o quienes encontraron algo mejor y se fueron. Si te tuviera frente a mí jamás podría preguntarte a cuál de esos grupos perteneces... principalmente porque creo que sé la respuesta.
Por una parte es un alivio, sé bien que estarás mucho mejor sin mí, todo el mundo parece hallar su felicidad a lo lejos. La felicidad y la esperanza no envejecen bien aquí. Gracias por todas las hogueras que encendiste dentro de mí, gracias por ser mi gran y último amor y mi más grande sueño. Perdóname por no saber cómo inspirar en ti algo así.
Adoro todo lo que construí alrededor de ti y quizás algún día te reconozcas en uno de mis textos como el príncipe que le devolvió la pureza y la inocencia a la mar en su momento más pútrido y gris; porque eso eres para mí, un lujo que jamás podría costear, una luz pura y divina que espero con toda mi alma, jamás dejes que se consuma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario