Es como si estuvieras hecho de ópalo y no de ébano, no hay nada en este mundo que me guste más que tú. Te miro y destellas colores que no conocía, colores que nadie ha visto jamás; te miro y el mar se convierte en cielo, mirarte es desearte, mirarte es parar y reducirme a cenizas, con una sonrisa casta, la piel pálida y los huesos hundidos dentro de mi piel... mirarte es querer con todas mis fuerzas nacer otra vez para conocerte antes y así, conocerte más.
La única forma de hacerme feliz últimamente es contemplar esa visión o escuchar tu voz o cualquier forma de magia venida de ti que se le parezca; tal vez tengas razón y lo que me gusta es la complicación que me ofreces sin ofrecerme nada, pero sé que me gusta lo que dicen tus ojos, me gusta la distancia que no permites que exista entre tu piel y la mía... tu piel, tu piel, tu piel...
No sé qué tengan tus manos que tú no reconoces, pero ese encanto diabólico combina perfecto con esta magia marina, tu hechicería y la mía derrocan imperios, salvan al mundo y crean trece más, ¿por qué no puedes dejar de preocuparte?, ¿por qué me lo preguntaste anoche si eres tú quien se contiene? Tú me haces sentir divina, me haces sentir infinita, sublime... suficiente, me haces olvidar que nos vemos enredados en sábanas de mentiras, que nos lavamos con injusticia, y con un par de dulces palabras alejas todo lo malo de mí, la angustia, la culpa, la cobardía y la despedida. Me despido de ti siempre emberrinchada, herida, porque lo único que quiero, con lo que sueño y alucino, es con tocarte, besarte, escucharte y jamás dejar de verte. Jamás.
No sé por qué tengo la desdicha de ser incondicional, de sentir con cada fibra de mi educado e inerte ser, de entregar todo lo que tengo a la obsesión y la llamarada, pero te advertí que cuando alguien se mete a mi corazón ya no sale jamás, cuando algo toca mi alma se vuelve sagrado antes de volverse ceniza (o en tu caso, polvo de oro). Entiendo que dudes de mí y de la gran abnegación que te regalo en cada segundo de mi tiempo, por tu contacto con el mundo lo entiendo, pero no por mí. Existen cuatro caminos detrás de nosotros, y si nos encontramos es porque cada uno tiene dos que elige no recorrer, sin embargo, los dos míos se borraron contigo, clausuré mi corazón para quien más he amado sólo por seguirte a ti, aunque yo sea tu tercera opción y lo único que queda cuando las otras te cierran la puerta.
No me interesa.
Yo te lo entrego todo sin un ápice de vergüenza, y si tú lo que ves en mí es valor, por favor empápate de él y súbetelo al pecho. Mírame, reclámame, estoy aquí.
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