Por las noches me perfilo a mi camino hacia el delirio, a veces las esquinas oscuras toman forma de todo aquello que me gustaría evitar, porque me aterroriza; las noches llenan primero mi alma para después, llenarme la cabeza de artilugios del pasado y llamaradas de angustia, como si con los días no fuera suficiente. Mi habitación se llena de peces de plata que se me meten a los ojos y también chapotean a mi alrededor, haciendo que la madera cruja y el corazón se me despegue del cuerpo, acto seguido.
Siempre he sido la presa predilecta de los más agresivos terrores nocturnos, crecí creyendo que, para estas épocas, ya todo lo que me había podrido los días felices habría sanado, y los recuerdos dejarían de acosarme, pero jamás estuve más equivocada. Quizá siempre me ha faltado honestidad, aquí, antes y en todas partes, pero lo más grave es que justo lo que nunca me imaginé, lo que jamás hubiera querido, está sucediéndome.
Por aquellas noches deseaba con todas mis fuerzas que mi fuego parara de consumirme, al menos por unas horas para que pudiera dormir, sumergirme en todo aquello que creía que algún día prodría olvidar, y luego, llegaron estas noches que saben a castaña desesperanza, bañadas en agua de lluvia de verano y perfumadas con veneno come-almas.
El letargo mágico me entumeció mucho más que las buenas intenciones y las sonrisas genuinas, me quitó más que los buenos receurdos y los malos hábitos; aquí estoy, recostada sobre costumbres e indiferencias tan suaves y cómodas que, la verdad, no quisiera dejarlas nunca, aunque me tengan con la mano encadenada al pórtico, y suelten, noche a noche, su maravilloso aliento nacarado sobre mi cabello: "escribir o salir", así, como matar o morir, como si fuera tan fácil. Porque en algún punto desafortunado dejó de serlo.
Los años me aplastan las manías y también al monstruo que vivía bajo los pocos centímetros de agua vaporosa, pero a él sí lo dejan salir, a que se le vaya el aire, y también el tiempo, entre los medio disfrutes y las medio tristezas.
¿A quién quiero engañar? Esto no es un respiro de elocuencia, es sólo una sinfonía imperfecta y bruta de puntos y líneas amorfas porque mi kraken embelesado se escurre por la ciudad inundada a mirar su lado más brillante, se enreda en el cuello de la gente equivocada y luego, se va a nadar en las cloacas para soñar con sus ventosas gramáticas y su cerebro sentimental, se esconde ahí para llorar también, brindando conmigo, por mí y por cada una de mis malas desiciones, con sus respectivas fechas, nombres y apellidos.
¿Qué vamos a hacer aquí, kraken? No nos llega aún el día para fundirnos con la adoración de nuestros recuerdos y convertirnos en la nostalgia patológica de otra persona; no, mi amor, ni siquiera estamos cerca.
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