Entre las jaulas cerradas no existen reglas, ni apatía, ni corazones rotos, tú y yo somos un recuerdo de hielo esperando que el pequeño rayo de luz que existió hace mucho recupere lo que tú y yo colocamos en espera para siempre. Eso es lo que eres tú para mí, no sólo mi rostro en el espejo, en la superficie plana del marfil del universo o en el agua dura; llevas tres puntos suspensivos en el alma, tu alma, mi alma, nuestra gran cadena de alianza de oro y mala suerte, la honestidad ya no nos separa, ni el viento ni la marejada, hay cosas que tenemos claro que ya no nos matan.
No hace falta que te llame fea, o gorda, o estúpida, sólo sé que llevas amatista en el alma y turquesa en el corazón, éso es lo único que debe importar, y si se te enredan los pies y se te desata la lengua, no va a quedar nada más qué decir, tus talentos hablan por sí mismos.
La magia se está desvaneciendo, como antes hacía la realidad, y la entrega se está extinguiendo, si ya no sabes lo que estás diciendo, yo ya no sé cómo continuar.
Aquí estás tú, frente a mí, si tal vez recordara cómo decir las palabras correctas quizá lo entenderías; ya no tengo nada que ofrecerte, desafiaste todos mis sentidos, me llenaste la vida de tristezas, de traumas, de rencores y de fastidios, aquí ya no hay nada más para que tú lo destruyas...
Vete, corre lo más rápido que puedas y arruina mi futuro sin colores y mi vida sin virtudes, éso si puedes hacerlo, aunque sé que no podrías, sí hay algo negado para ti y para mí, en este y el resto de los universos es la transición.
Súperalo, dicen todos, déjalo ir. Que Dios nos ayude.
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