Construí un refugio, un santuario, un anfiteatro de leyendas sobre mí misma e imágenes de todo lo que fui. Me levanté de entre los muertos y me limpié la lástima por mi vida.
Había querido decir que ahí estaba una niña a la que nadie cuidó pero la verdad es que nadie sabía cómo y, de cualquier modo, aquí estoy yo para responder por ella: por todas las veces que desollé mis manos, marqué mi cuerpo y dejé de comer; por todas las drogas que ingerí, el alcohol en el que me ahogué; por todas las veces en las que lloré en un puente esperando juntar el valor para aventarme y no lo logré. Aquí estoy yo para pagar por cada corazón que rompí, por cada mentira dicha o cada golpe dado a quienes menos lo merecían en el nombre de todo lo que hoy sé que no hubiera podido enfrentar de otra forma.
Quiero tomar entre mis brazos a esa niña que le rogaba a dios porque le quitara el maleficio de la indecencia, y decirle que jamás debió sentir vergüenza por quién era y que no interesa si nadie nunca la entiende o nadie la quiere, porque para eso estoy yo.
Quiero decirle que sé por qué terminó perdiéndose en los caminos más oscuros, que valido todos sus miedos: la soledad, la locura y la ruina, porque fui yo quien la hizo pasar por cada centímetro del infierno y también soy yo la única que está aquí para ayudarla a volver. Su única amiga, su verdadero amor.
Nadie nos va a volver a abandonar, nadie va a volver a destrozar todo con su partida o amenazarnos con la soledad. Yo no puedo arreglar lo que alguien deshizo en esa niña pero sí asegurarle que los malos ya no pasan, que aunque me haya tomado casi treinta años lograrlo, jamás volveremos a llorar por quienes nos odian, nos traicionan o nos dejan, y mucho menos volveré a ser yo la primera en hacerlo; no seré yo quien ningunee, traicione o hiera a esa niña que sigo siendo yo. Nunca más. Ahora sé que sobreviví para defenderla de todo y de todos. Juntas hasta el final.
No hay comentarios:
Publicar un comentario