No siento el frío ni el calor, apenas siento el ardor que me invade las venas. No sé qué tanto pueda decir de ti en este momento, cuánto te extraño, cuánto quisiera volver a escuchar mi nombre en tus labios, pero me aterra lo que encontraría hoy en ellos, lo que piensas todos los días que ya no tiene que ver conmigo; he ido por calles oscuras temiendo pronunciar tu nombre, amándote a ojos y labios cerrados, porque me pierdo en tu recuerdo como en alucionaciones, como en espejos. Te siento pero no te siento, como si hubiera sido todo un sueño.
Yo te adoro, yo te amo, te perdono cada lágrima, te abro paso en mi presente como si jamás te hubieras ido, como si nunca hubieras huido de mí en ese día lluvioso entre tantas tardes soleadas.
Te perdono como si jamás hubieras faltado a tu palabra, como si nunca hubieras prometido no hacer lo que hiciste paso por paso, como si jamás me hubieras hundido en la más negra y profunda desesperación y dolor. Te espero todos los días con el mismo amor de hace casi nueves meses, te espero con la misma energía, la misma sangre, el mismo fuego.
A veces me pregunto si dudaste al menos un segundo antes de dejarme, si te temblaron los labios antes de derribar mi mundo, y todos dirán que ya no importa, que ya todo terminó, pero yo siempre y para siempre me muero con todas mis dudas.
Eres el amor que no responde, que no vuelve, el amor que me abandona y que al mismo tiempo sigue aquí. ¿Por qué no te llevaste tu recuerdo y esta necesidad voraz que tengo de ti?, ¿por qué te extraño tanto?, ¿tú me extrañas a mí?
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