He escuchado de la terquedad, he escuchado del cambio, he escuchado de todo. A mí me han hecho promesas de todo tipo, me han hecho sentir demasiadas cosas: desde el más siniestro asco y la más brutal decepción, hasta el amor más lleno de odio, sin embargo, había algo que me faltaba; un día me percaté del abismo de lo no sentido, de lo jamás disfrutado: como si fuera una brisa de gélido fondo marino, estaba un universo colapsado dentro de mi pecho.
Solamente quiero ser puntual en que no lo estuve buscando, ni emití un sonido cuando lo vi de frente enmedio de una noche fría, enmedio de un montón de gente, pero seguiré siempre admitiendo que mi abismo se cerró en el momento que vi la luz tocar esos ojos. No sé exactamente por qué o cómo, sólo estoy segura de que, si 127 años de incidencias numerológicas hubieran tenido lógica algún miserable día, ese día fue cuando lo vi.
No es necesario hacer hincapié en el hermoso resto, ni siquiera he de tratar de hilar los hechos para salvarme de la culpa, la sobriedad y el fukú, en-ese-orden, solamente vale decir que lo único que yo creía imposible en la vida era sentir la fuerza de la noche plutónica sacudiendo los cimientos de esta tierra... y me ocurrió justo a mí.
He pasado cada instante, desde hace poco más de siete años, intentando disculparme y justificarme por lo que siento y por lo que no siento, por lo que tengo que no me satisface y lo que no podré tener jamás, y aunque sea por un instante, por un día, o dos (o tres) algo rompió la última categoría, se devoró todos mis filtros, llenó todos mis silencios y estuvo ahí, conmigo, como si hubiera estado siempre.
¿Qué tan tonta tengo que ser si me sé el nombre y la dirección de la gran pregunta y sigo buscando respuestas? Salgo por las noches a buscarlas y me encuentro con él en sueños, esa trampa mortal que me tiende la mente cada vez que me atrevo a cerrar los ojos, y lo veo fijamente y siento que no es sólo un hombre, siento que es un diablo. No sé cómo todavía no entiende que si hay algo que a mí me gusta más que el descaro, la soberbia y el desastre, son los demonios. El pasado y el futuro, un eclipse, un juego, una maldita visión.
He escuchado de la terquedad porque la llevo atada a mí como una cruz al cuello, he escuchado del cambio porque le huyo por todos los medios que conozco, y si no existen, los escribo para romperlos justo en la cara del tiempo tal como él ha hecho con todas las promesas que he escuchado. Sin embargo, me encontré con un misterio que no estoy autorizada a resolver, ni siquiera a mirar de cerca. Y otra vez estoy aquí, deslizando mensajes debajo de la puerta de la muerte para que entienda por qué necesito una prórroga una vez más.
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