Tremenda necesidad, tremenda austeridad, tremenda tormenta.
Estuvimos cerca y colapsamos un poco, un segundo solamente. Mi vida son estas ideas sueltas, estas frases cortas, esquinas porosas de la envidia y la traición... y la aceptación, tal vez si todo está hecho añicos en mi memoria. Como haya sido, gracias por ahogar mi sed y quemarme la nevada, gracias también por la bendita confusión de la que brota cada puntada de tinta, cada golpe de tecla en la ventana... lloviendo, tronando, diluviando, sangrando.
¿A quién engaño, corazón divino? Cabeza divina, rostro divino, deslumbrante satanás, ¿a quién engaño? El silencio inunda cada centímetro de nuevo, le he retrasado el pago a la muerte y ahora la hice llover en enfado.
No quisiera irme sin saber qué demonios estás pensando, cuál es la realidad que ven esos ojos cuando se cierran, qué escondrijos repletos de oro habrá en el laberinto de tu mente, pero nieva, está nevando ahora, no te reconocería si te viera y no podría alcanzarte aunque te tuviera cerca. El amor no está escrito en mi destino así como la nobleza no está en mi naturaleza, las runas han hablado; las he tirado en el mar para que no sean indiscretas: le han contado a todo el mundo sobre la pobreza que esconde mi espíritu y la ansiedad que me corre por las venas, te han dicho que mis intenciones no son buenas, que en el fondo, más que amarte, cómo me gustaría que te doliera todo lo que me dueles, que me lloraras todo lo que yo estoy dispuesta a llorar... y eso te hizo irte, corazón aventurero, a las costas blancas, a las aguas tranquilas, a buscarte otra diosa que no te quiera castigar.
Bruja del mar, hechicera libertina, sólo eso y nada más. Aquí soy yo la que perdió desde que te miró la cara y se encontró con el milagro que no se atrevía a buscar, aquí soy yo la que se aferró a que lo imposible durara más de la semana y media que debía durar... aquí soy yo quien quería amarte, a pesar de la lista infinita de oraciones que comienzan con 'a pesar'. Aquí soy yo quien ha pecado de palabra, obra y omisión... y sí, por mi culpa, por mi culpa, por-mi-grande-culpa.
Mi verdugo se acerca, viene la muerte prodigiosa, la muerte candente, quitándome los disfraces, apagándome tus luces, con sus ojos vacíos clavados en mí... volvió a todos los demás en mi contra y preparó la mesa, yo soy el festín.
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