Muerte, llévame ya y abrázame fuerte. Pégame, destrózame con esa voz, ese desenfreno y ese fuego, mi amada y dulce muerte, mi mordaza: la norma y el cronómetro, préstame mi suerte sólo un día, concédemela; permite que sus ojos oscuros se roben los míos, que su boca vuelva a contarme sus secretos en medio de la oscuridad, que su piel vuelva a romperme todas las cadenas en una, una por una, tres y ninguna, de una sola vez.
Muerte, que me eres más fiel que la vida, que me sigues a donde vaya, que me invades y me expulsas, por favor clávate en mí y cuando lo liberes, poséeme, arráncame de mí... exprímeme de mí, húyeme.
Cómo quisiera tener el valor de confesarle que estoy aquí rogándote como si fueras una santa, que me lo traigas un segundo, cómo quisiera explicarle lo mucho que me hace falta y cómo quisiera que lo pudiera entender pero nunca será así.
La luz se fracciona en miles de posibilidades, eso dicen, realidades infinitas y colores desconocidos, pero yo prefiero la oscuridad que le hace los honores, a mí me gusta su momento clímax, me cautiva con su poder, ¿qué puedo hacer? No me es suficiente. Solamente corro si es detrás de lo que no puedo alcanzar y busco solamente aquello que me evade o me pierde (hipnotiza, arde, corroe) dentro de sus venas, para ahogarme. Esta vida no sólo me habla con su voz, me apuñala con las esquinas afiladas de su garganta y su música mágica; me disuelve en sus pulmones cada vez que respira porque de eso estoy segura, él me respira.
Por todo esto, muerte dulce y pequeña, necesito que lo protejas, déjame verlo una vez más y luego quítame de su camino para siempre, porque mi vida es un castigo para él y para mí. Ya no soy tan elocuente y nunca he sido valiente, ya no soy lo fuerte que pude ser y, por supuesto, ya no tengo nada qué perder, ya todo te lo llevaste, silenciosa muerte, y por todo lo que me has quitado solamente quisiera un segundo para ser lo mejor que me alcance la vida para ser. Ironías y desvergüenzas por gracia y alta presencia, ¿qué dices?
Mira, muerte, nadie me conoce como tú, nadie me llena tantos espacios vacíos; y si no puedes devolverme a los padres ni a los hijos, una vista o una playa, solamente dame un día en que nada salga mal y la energía no se me devuelva echa añicos, ese día nos enfrentaremos: tu quijada contra la mía.
Te desafío porque aquí estoy, mordiendo hasta lo que no puedo tener y, si un día tú me haces polvo, "polvo seré, pero polvo enamorado".
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