lunes, 25 de mayo de 2020

Hiatus

.
Dentro de mi disfuncionalmente amplio umbral del dolor, te escondes tú como mi tesoro, mi corazón fuera del cuerpo que no sé cómo mantener completo y a salvo. No entiendo mucho sobre cómo funciona la rapidez de tu mente, mucho menos ese fuego devastador que tienes en el pecho; sólo sé que me vuelve loca todas las noches y todos los días, de amor, de dolor, de alegría, de incertidumbre, de pasión: de vida. 
Mi corazón sabe que este amor está envenenado, mi alma sabe quién eres tú y quién no podrás ser jamás, pero eso no me impide amarte con terquedad y con angustia. Los días pasan lentos, ahora más lentos que nunca, y si no te veo y creo lo que dicen las voces de mi cabeza, se me escurre la esperanza y cada vez me encuentro más vacía, como en esa carta que un día te escribí al borde del abismo: vacía de amor y vacía de ti. 
No sé qué hacer con estas ganas que tengo de escapar o de arrancarme la piel poro por poro, no sé cómo hablarte sin que todo se desborde de mi pecho y se vuelva horrores y sollozos, reclamos y mala fe. No sé cómo llevar este amor a cuestas sin pensar en lo mucho que me hunde a cada paso que doy, no sé cómo reconstruirme y ser yo la mujer a la que dices que amas cada noche, como si tú y yo supiéramos algo del amor.
No sé qué es lo que buscas pero sé que no lo tengo o que no tengo suficiente, y por eso sales a encontrarlo en otro lugar, a veces deseo con el corazón que lo halles intacto para que nunca regreses y pueda tener un sólo día de expiación, pero sé que no es verdad porque más frecuentemente mi vida depende de cuánto te quedes, de cuánto me mires y cuánto me sonrías, de cuánto te creas que yo soy lo que quieres para ti. Más frecuentemente de lo que quisiera aceptar, me parece que la vida no es vida sin ti, aunque luche por evitar eso día tras día.
Mi paciencia se hizo rancia, mi corazón se detuvo, ya todo está estancado y podrido, no tengo más que ofrecer, no te puedo detener, no pude, no lo logré. Otra vez estoy aquí en la sombra deseando no ser yo para poder hablarte y que no tenga miedo y que todo salga bien; que no encuentre rabia en tus ojos, ni decepción en tu voz; que la vida me permita la oportunidad de tenerte cerca sin que se me rompa el corazón ni que yo misma me lo rompa, sin arruinarlo todo. Pero ya la tuve y lo eché todo a perder. 
¿Qué hago ahora?, ¿estás ahí?, ¿puedes oírme?